Resulta muy cómodo achacar culpas y responsabilidades de hechos trágicos cuando las causas que los generan no son evidentes, no están claras o cuando no queremos conocerlas.
Qué cosas de Dios van a ser la miseria, la desnutrición, la corrupción o catástrofes naturales y otras que nos ha tocado vivir a los colombianos como los terremotos de Popayán, del Eje Cafetero o el deshiele del Nevado del Ruiz, que arrasó con Armero y otras poblaciones.
Achacarle la responsabilidad a Dios de lo negativo o cruel que sucede es muestra de ignorancia manipulada. Las catástrofes y los siniestros se investigan buscando esclarecer las razones que las provocan para dejar en claro responsabilidades.
Asuntos como el calentamiento global no pueden achacársele a la voluntad divina, menos la elección de los gobernantes, y las masacres de grupos al margen de la ley y las que hacen en defensa de la soberanía de los pueblos arrasando inocentes, que tienen razones que responden a lógicas de lucha por el poder y a otras que pueden explicar expertos de las ciencias sociales y humanas y un sinnúmero más de científicos.
En el plano de la tragedia personal, esa que puede llevar hasta el suicidio, los psicólogos tienen la palabra. Cómo achacarle a Dios la responsabilidad de la muerte aduciendo ‘esa era la voluntad de Dios’. Toda situación que se vive para bien o para mal, obedece a factores que la producen, nada es gratuito o repentino, absolutamente nada ocurre sin estar encadenado a otros hechos. En este sentido, resulta bien citar: “la suerte es el resultado conocido de causas desconocidas”, es que, como se dice popularmente, nadie se gana la lotería sin comprarla.
Necesitamos valor civil, criterio, formación ciudadana y mucha entereza para asumir nuestras responsabilidades, para hallar las causas de lo que nos ocurre, para transformar positivamente cuanto podamos, y sobretodo, para no caer en el facilismo, la mansedumbre y la ceguera intelectual de explicar las desgracias personales y de la humanidad por la voluntad divina, actitud que sólo permite perpetuar poderes y dominios o enmascarar a los enemigos devastadores de la dignidad humana.
Legado de nuestro director Álbaro Valencia Cano (+2016)