¿Podrían unas pildoritas poéticas, paliar la angustia y el dolor pandémicos?

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Aprendamos con la maestra


Por Lucila González de Chaves
lugore55@gmail.com
lucilagonzalezdechaves.blogspot.com

Para empezar, recordemos al escritor español Víctor Corcoba:

«En la poesía están todas las emociones, todas las identidades creativas y todos los cánticos liberadores. Hay que volver a ella para hallarse consigo mismo y aproximarse a lo absoluto, para reencontrar la paz malgastada y borrar de la memoria amores y hechos que no son».

«La poesía es una exigencia para dar voz a los sentimientos arrinconados… A la poesía hay que reconocerle su efecto socializador, su carácter persuasivo y único. Convive con cada uno de nosotros. Forma parte de nuestra existencia. Lo decía Bécquer: ‘Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía'».

La poesía es imprescindible y necesaria en la época actual, aunque solo sea para poder respirar placenteramente y saber que existimos con pensamientos renovados y libres de ataduras… “En el fondo, un poema no es algo que se ve, sino algo que se siente…”

Por eso, los lectores apasionados de poesía pensamos que ella es la audaz transformadora del poder expresivo de las palabras. Y leyendo y sintiendo, llegamos a comprender que el poeta es un permanente y obligatorio espectador de sus propias emociones.

Siempre la poesía fue compañera amable del hombre en todos los momentos de su existencia. Compañera en la ilusión, en el amor, en el desencanto, en las luchas por alcanzar logros en beneficio de la patria, de la familia, de la sociedad.

Hace días, vengo releyendo poesía para acompañarme, para restarle fuerza demoledora al pensamiento y al sentimiento frete a este tsunami que se desata en muertes, en miedos, en incertidumbres, en desafueros, en indisciplina colectiva. Busco la poesía porque he ensayado otros escondites mentales y no me han cubierto mis desazones, mis prejuicios, mis cavilaciones.

A usted, lo invito a leer estas pequeñas dosis poéticas líricas de varios autores, y a regresar con ellas al recuerdo amable de quienes nos hicieron compañía en la existencia, de aquellos a quienes amamos con toda la fuerza del corazón, a quienes nos ayudaron a contener una adolescencia tímida y soñadora y a lograr una madurez emocional no exenta de sueños luminosos. Son las lecturas que nos transportaron a mundos de alegría, de inquietudes existenciales y, ahora, en la vejez, a las nostalgias, a los agradecidos recuerdos, a las dulces añoranzas.

El corazón no envejece, los recuerdos no se borran, los momentos felices permanecen; solo hay que resguardarlos para que la dulcedumbre de su presencia no se convierta en depresiones inútiles, en amarguras tóxicas contra la nobleza del espíritu, el vigor del corazón y la salud integral de nuestro ser.

Amigos, juntemos nuestros amables recuerdos, nuestras añoranzas, nuestras pérdidas, nuestras tristezas, nuestros miedos y perdámonos por el camino de las expresiones poéticas. Creo que ser sentimental no es un defecto; pienso que es el vigorizante de la capacidad sintiente del hombre que lo acompaña hasta la muerte.

Estas son algunas de las pildoritas líricas seleccionadas despaciosamente, sentimentalmente:

(El amor)

Es lo que está en el beso y no es el labio;
lo que rompe la voz, y no es el pecho:
es un viento de Dios, que pasa hendiéndome
el gajo de las carnes, volandero.

Gabriela Mistral.


Un día, al encontrarnos tristes en el camino,
yo puse entre tus manos pálidas mi destino
¡Y nada de más grande jamás han de ofrecerte!

Delmira Agustini.


Esta pena mía no tiene importancia
solo es la tristeza de una melodía
y el último ensueño de alguna fragancia

Pedro Miguel Obligado.


El tiempo que discurre hacia la muerte
no existe por el tiempo que ha pasado
sino por el que falta para verte.

Francisco Luis Bernárdez.


Estar enamorado…
es advertir en unos ojos esa mirada verdadera que nos mira,
es escuchar en una boca la propia voz profundamente repetida,
es sorprender en unas manos ese calor de la perfecta compañía,
es sospechar que, para siempre, la soledad de nuestra sombra está vencida.

Francisco Luis Bernárdez.


Eres como una sombra de montaña
Sobre el encendimiento de la aurora.
Eres el alma convertida en viento
Y eres el viento convertido en canto.

Francisco Luis Bernárdez.


Tienes la forma justa de mi vida
Y la medida de mi pensamiento.

Cuando confío es ella la confianza,
cuando espero es ella la esperanza,
y cuando vivo es ella el corazón.

Francisco Luis Bernárdez.


Ni el tiempo que al pasar me repetía
que no tendría fin mi desventura
será capaz con su palabra oscura
de resistir la luz de mi alegría.

Bello sería el viento que me nombra
si la voz que me llama no estuviera
perdida en la distancia y en la sombra.

Francisco Luis Bernárdez.


Para que nada nos amarre
que no nos una nada.

Ni la palabra que aromó tu boca,
ni lo que no dijeron las palabras.

Pablo Neruda.


Ya no se encantarán mis ojos en tus ojos,
ya no se endulzará junto a ti mi dolor.

Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada
y hacia donde camines llevarás mi dolor.

Yo me voy. Estoy triste: pero siempre estoy triste.
Vengo desde tus brazos. No sé hacia dónde voy.

Pablo Neruda.


Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

Pablo Neruda.


Oigo flotando en olas de armonía
rumor de besos y batir de alas;
mis párpados se cierran… ¿Qué sucede?
-¡Es el amor que pasa!

Gustavo Adolfo Bécquer.


Era un cautivo beso enamorado
de una mano de nieve que tenía
la apariencia de un lirio desmayado
y el palpitar de un ave en agonía.

Y sucedió que un día
aquella mano suave
de palidez de cirio,
de languidez de lirio,
de palpitar de ave,
se acercó tanto a la prisión del beso
que ya no pudo más el pobre preso
y se escapó; mas con voluble giro,
huyó la mano hasta el confín lejano,
y el beso que volaba tras la mano,
rompiendo el aire, se volvió suspiro.

Luis Gonzaga Urbina.


Esta noche,
solo; el alma
llena de las infinitas amargura y agonías de tu muerte,
separado de ti misma por el tiempo, por la tumba y la distancia,
por el infinito negro
donde nuestra voz no alcanza,
mudo y solo
por la senda caminaba…
Y mi sombra,
por los rayos de la luna proyectada,
iba sola,
iba sola
iba sola por la estepa solitaria;
y tu sombra esbelta y ágil…
se acercó y marchó con ella….
¡Oh, las sombras de los cuerpos que se juntan con las sombras de las almas!
¡Oh, las sombras que se buscan en las noches de tristezas y de lágrimas!

José Asunción Silva.


Pero tuvo que ser
y fue sin llanto,
sin una escena ni una cobardía.
Tú te fuiste pensando en el olvido
y yo pensando en la melancolía.

Jorge Robledo Ortiz.


Hoy no estás en mis retinas,
pero te tengo aquí dentro,
como una flor de nostalgia
en la solapa del sueño.
Aún te miro en la quimera,
te persigo en el recuerdo,
y siento crecer tu voz
en la selva del silencio.

Jorge Robledo Ortiz.


Te amo con sencilla transparencia,
con un amor apenas insinuado
que se vuelve silencio en tu presencia.
Con un tan dulce corazón herido
que si no te dijera que te he amado
lo sabrías oyendo su latido.

Jorge Montoya Toro.


Por Lucila González de Chaves
lugore55@gmail.com
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