Por Sara Salas Valencia Estudiante de Administración de empresas
Se dice que el 95% de las personas apuntan a obtener un empleo en un mercado laboral que solo ofrece el 10% del total de las posibilidades de trabajo, es decir, vincularse a una organización pública o privada por medio de un proceso de selección es un desafío cada vez más grande, sin embargo, las actividades productivas y el desarrollo económico en su espectro ilimitado ofrecen alternativas y estrategias para generar ingresos; el reto está en ofertar un producto que satisfaga las necesidades de la demanda, o como dirían los mercadólogos crear la necesidad.
El emprendimiento es una de las alternativas que cada día toma más fuerza en la economía local y nacional, muchas veces surge como una fuente adicional de ingresos, que cimentada en bases sólidas, puede transformar su tamaño, monto de activos y convertirse en empresa; el espíritu emprendedor es casi que un don innato que poseen algunas personas que con ímpetu de comerciante asumen los riesgos que conlleva cualquier proceso de venta o intermediación, además de ciertas aptitudes y actitudes como la amplitud perceptual, el trabajo en equipo, la visión estratégica, el liderazgo, la autogestión, la capacidad para delegar y la resiliencia que determinan el éxito del emprendimiento.
Por otro lado, se encuentran aquellas personas que teniendo las cualidades para ser emprendedoras les cuesta asumir riesgos y prefieren desarrollar sus capacidades dentro de una organización denominándose intraemprendedores, cuya labor es fundamental para adelantar procesos de innovación, mejoramiento de productos y desarrollo de ideas dentro de las compañías existentes.
Hay diversos tipos de emprendimientos: los hay de base social cuando el lucro no es la principal motivación; de base cultural que buscan estimular actividades artísticas y deportivas: y de base tecnológica, dentro de estos últimos encontramos las startups que son ideas respaldadas en la simplificación de procesos y trabajos complicados utilizando herramientas web y aplicaciones móviles, este tipo de emprendimientos tiene la característica de crecer rápidamente en capital, momento en el que dejan de ser startups. De manera similar funcionan las spin-off siendo iniciativas empresariales promovidas dentro de la comunidad universitaria basando su actividad en la explotación de productos, servicios o procesos innovadores.
En Colombia, desde 2020 y en aras de revertir los estragos de la pandemia, el presidente de la República sancionó el 31 de diciembre la Ley 2069, por medio de la cual se impulsa el emprendimiento en Colombia, y se establece un marco regulatorio que propicie el emprendimiento y el crecimiento, consolidación y sostenibilidad de las empresas, con el fin de aumentar el bienestar social y generar equidad. Dicho marco delineará un enfoque regionalizado de acuerdo con las realidades socioeconómicas. (Dapre, 2020)
Con esta ley, los emprendedores tienen una motivación adicional para continuar con el ejercicio de su actividad económica, pues estimularía a las pymes, pequeñas y medianas empresas, cuyo personal no supera los 10 trabajadores y sus activos son inferiores a 501 SMMLV, además se lograría la formalización de los emprendimientos, para así acceder a beneficios, tales como créditos de fomento, figuras como el leasing y el factoring que mejoran los procesos productivos y financieros del emprendimiento.
Es tiempo de que los emprendedores continúen su actividad y que aquellos que tienen una idea que se pueda capitalizar lo hagan. Serán los empresarios del futuro que contribuirán al desarrollo económico y social de por lo menos uno de los 23 municipios del Suroeste.
Información de interés para los emprendedores
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