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Por Eliana Hernández Pérez
elianahernandez.culturarte@gmail.com
@elianarte_

Investigar sobre Artes Visuales y recorrer diversas corporaciones, centros culturales, galerías, museos y todos aquellos espacios donde se respira arte y se configura nuestra cultura, me ha llevado a plantear varias reflexiones que nacen de preguntas como: ¿el arte es altruista? ¿Es momento de pensarnos el arte como una empresa con un modelo de negocios sólido? ¿Se puede realmente vivir del arte? ¿La generación de ingresos para los artistas visuales dependerá siempre de factores externos a la obra misma?

Aunque históricamente la mayoría de los artistas se ha caracterizado por estar envuelta en un aire bohemio y nostálgico, me resulta interesante traer a colación una frase del artista pop Andy Warhol: “Ganar dinero es arte, trabajar es arte y hacer buenos negocios es arte, el mejor arte de todos”. Warhol fue una de las mentes más brillantes en cuanto a mercadotecnia y creación de marca en el arte, porque entendió que el artista es, en sí mismo, una marca. Y creo que, más allá de vender su obra, el artista debe aprender a venderse a sí mismo.

En mis recorridos he podido conversar con gestores culturales y entender cómo funcionan algunos espacios dedicados al arte. En muchos de ellos, he observado que el arte no es su principal fuente de ingresos. Lo importante para ellos es hacer arte por el arte: hay una llama, una pasión que los mueve. Conviven con la creatividad y, aunque han atravesado crisis en varias ocasiones, su amor por esta profesión que eligieron sigue siendo más grande que cualquier dificultad.

Todo esto me llevó a cuestionar si esta lógica —la de hacer arte solo por pasión— representa una barrera para muchos artistas que, aunque aman lo que hacen, también desean vivir de ello. Hay quienes no se identifican con la figura del artista bohemio, sino que se asumen como artistas empresarios, con el deseo legítimo de obtener ingresos por su trabajo y darle un valor económico real al arte. Creo que aún hay un paradigma por romper: es hora de poner al arte en un nivel donde sea posible vivir dignamente de la creación artística.

A continuación, comparto algunas reflexiones que considero valiosas y que surgieron durante estos recorridos:

  • Algunos artistas siguen siendo muy individualistas; les cuesta trabajar en equipo y tienden a ver a sus colegas como competencia. Sin embargo, el arte contemporáneo nos invita a trabajar en red, a crear comunidad y formar colectivos que permitan desarrollar obras con un impacto más amplio en la sociedad.
  • Es importante explorar la producción en masa como estrategia para reducir costos y facilitar la venta. Aunque esta idea puede resultar controversial, creo que es posible aplicarla a ciertos procesos dentro de la creación artística, sin que esto afecte el valor ni la unicidad de la obra final.
  • El artista debe ser propositivo, autogestor y multifacético; capaz de ver lo que otros no ven para identificar oportunidades y convertir sus ideas en realidades sostenibles.
  • El aprendizaje continuo es esencial: aprender genera conocimiento, y el conocimiento es poder. Un artista con un discurso sólido puede posicionar mejor su obra, sus proyectos y su marca personal.
  • Iniciar un proyecto implica aprender a hacer de todo: desde la generación de recursos que garanticen su permanencia hasta saber delegar responsabilidades. La sostenibilidad es clave para evitar abandonar la iniciativa con el tiempo.
  • El arte puede y debe apoyar a otros sectores productivos. Esta relación demuestra que la cultura también dinamiza la economía y puede ser un motor para el desarrollo del país.
  • Planificar con anticipación, al menos con un año de antelación, todos los eventos y exposiciones es una estrategia utilizada por grandes museos y centros culturales. Esta práctica mejora la gestión de recursos y garantiza una ejecución más eficiente.
  • Establecer alianzas estratégicas facilita la consecución de recursos, espacios y materiales necesarios para el éxito de los proyectos artísticos.

Es fundamental pensar en estrategias para hacerse visible en el mundo del arte. Por eso, la invitación es a participar en ferias de arte, mercados culturales, exposiciones, galerías, actividades en casas de la cultura, cafés culturales y cualquier otro espacio que permita construir un nombre propio. Estos escenarios no solo fortalecen la visibilidad, sino que también nutren la mirada artística, permiten conocer nuevas formas de ver el arte, mejorar procesos, descubrir técnicas y, sobre todo, crear una red de contactos: una de las claves para crecer en este campo.

La autogestión es clave. Participar en convocatorias y becas, y pensar constantemente en estrategias para generar recursos, debe ser parte del ejercicio artístico. Por ejemplo, montar una tienda con productos relacionados al arte puede ser una vía alterna de sostenibilidad. Como mencioné antes, la pasión es indispensable, pues de ella nacen la motivación y la creatividad. Sin embargo, he notado un patrón en muchas entidades y corporaciones culturales: son la cafetería o el restaurante, y no el arte, los que realmente sostienen el lugar. El arte, en muchos casos, se hace con las uñas, entra en crisis y no se valora como debería. Salvo excepciones como Picasso o Van Gogh, sigue siendo visto más como un lujo simbólico que como un motor económico.

El arte contemporáneo ya no se limita a hablar de obras, sino de procesos de producción artística y gestión cultural. Es momento de repensar el modelo económico de las Artes Visuales. Hay prácticas que pueden mantenerse, pero muchas otras deben transformarse —y una de ellas es dejar de concebir lo económico como algo ajeno al quehacer del artista o del gestor cultural. El arte contemporáneo exige investigación, discurso, contundencia y capacidad de conectar con el público. No basta con crear: hay que sostener, visibilizar y profesionalizar el acto creativo para que realmente pueda convertirse en un modo de vida.

Como punto final, es fundamental entender que el arte contemporáneo exige una línea de investigación clara. El artista debe demostrar solidez conceptual y dominio del tema, así como la capacidad de conmover, conectar y generar sensaciones en el público. Por ello, el artista de hoy debe combinar creación e investigación: el discurso detrás de la obra es tan importante como la obra misma. En muchos casos, es ese discurso el que le da sentido y valor para quien decide adquirirla.

Crear es un acto en constante movimiento. A lo largo de la historia, el arte nunca ha sido estático, y por eso el artista del presente debe aprender a incorporar nuevas herramientas, lenguajes y discursos propios de esta cultura contemporánea. Sólo así su obra podrá conectar con el público y alcanzar la visibilidad que necesita.

 

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