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Atravesó drásticamente el polvorín levantado por los motociclistas maromeros en sus escupes de humo. Articulaba su letárgica marcha con la dificultad del terreno torcido. Bajó del arrabal, a las antípodas del pueblo. Cruza Calle Larga, la única calle real de Amaranto, arteria, canal, línea vital del pueblo. En Calle Larga cualesquiera levanta la mirada, arriesga un ojo, para ver seriamente historias pasar. Seguro ingresa a un mundo poético de cosas que corren sobre nuestras narices; aquellas cosas olisquean la ceguera; detectan la inseguridad pa’ mirar, ¿realmente pa’ mirar? Entonces… ¡Ellas huyen! Se esconden convirtiéndose en cosas de paso. Puentes, puertas, ventanas, picaportes, gentes, gentecita de paso al abismo. De paso al olvido. Mirar sin mirar. Raudos vistazos de indiferencia atosigan el provincialismo mezquino.

El tubo de escape deja salir una emisión negruzca de humo requetequemado, logro ver, disipada por fin la fumarola. ¡Ahí está! Delante mío, levanté mi ánimo enano, achicopalado. ¡Fuera vendas! A la vista un andariego, hijo caminante: ¡Eh!, ¡Humm!, ¡Señor! —No oye— es sordo, como yo, a veces ciego, a veces impedido del alma. Bajito, ojos juguetones, expresivos, autodidactas en el lenguaje gesticular, sombrero verde de ala corta y cintilla negra, camisa de manga larga cuadriculada, denario en ambas muñecas, bolsito beige ajado, menudo, dentadura inexistente, sonrisa hueca, profunda. La cartografía de su rostro como ríos acanalados de sol y de lluvia. Rostro arado por la brisa seca de Amaranto. Sistema de riego intrincado, cultivo de la vida. Pliegues de cuero curtido. Entre las uñas minúsculas lleva gleba envejecida. Además, remata en la muñeca izquierda con el reloj de “juguete”, de mentirita. Boquiabierto, absorto, atisba la mentira mayor: somos lo que somos, lo visto, contrariedad de la vida. ¡Nada de eso! Lo apreciado por la visión apenas es el boquete del precipicio. Viéndolo, cargado sobre el hidrante; al mejor estilo de Diógenes “el perro”. Mira, a pesar de la fúrica trastienda de la vida poblana, la vida, nuestra vida, pasa sin afán, sin prisa. Al tic-tac del reloj embustero, a la mañana que acaba, dando pasos de silguita por la Calle Larga de la vida.

El andariego.

26 de mayo de 2025.

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