Llegó Fulano Perico de los Palotes
¡Atención, mucha atención! Acaba de iniciarse una nueva revolución; una revolución jamás imaginada. Soy Fulano Perico de los Palotes y he decidido que, pase lo que pase, el mundo a partir de ahora tomará un rumbo diferente al que ha traído hasta el momento presente, tal y como ha pasado con todas las grandes revoluciones del pasado. ¿Cuántas revoluciones ha habido en la historia? Muchas, tal vez muchas más de las que cualquier fulano del mundo de los mortales se pueda imaginar. Yo, sin embargo y para efectos de esta proclama universal, voy a poner la lupa en –a mi juicio– cuatro de esas grandes revoluciones: por los efectos causados en el pensamiento de los humanos de su tiempo y por el cambio de paradigmas, arquetipos y principios estructurales que impusieron en el pensamiento y costumbres de la especie humana en su posterior evolución.
La revolución religiosa del cristianismo
Para los años en los que Jesús, fundador de la religión cristiana, predicó el Evangelio (la Buena Nueva), las condiciones de desarrollo religioso, cuajadas a lo largo de 2.000 años en el caldo de cultivo que fue el pueblo judío, más las condiciones de pensamiento filosófico nacidas del pueblo griego y esparcidas por el helenismo, además de las estructuras político administrativas y de poder establecidas por el Imperio Romano, estaban que ni mandadas a hacer para que una doctrina como la suya pudiera prosperar. Fueron, utilizando un símil empleado por el mismo Jesucristo, el terreno fértil en el cual la semilla esparcida por este revolucionario encontró los nutrientes suficientes para afianzarse, extenderse y fructificar. De este modo, el cristianismo terminó, no sólo adoptando como suyos –con las modificaciones y adaptaciones del caso— el legado religioso del judaísmo y el de la filosofía griega, sino que terminó también sustituyendo en la práctica la estructura de poder del Imperio Romano en los siglos posteriores y, como toda revolución exitosa que se respete, sometiendo a sus súbditos a la potestad de su doctrina, llevando incluso a la hoguera a quienes se atrevieron a disentir. Fue una revolución, en el sentido de que significó una auténtica transformación religiosa, social e incluso política de su tiempo. Nota
La Revolución Francesa y el Siglo de las Luces
Pero toda la estructura de poder creada por la Iglesia a través de más de 1.000 años terminó profundamente modificada por un nuevo proceso de transformación que se llevó a cabo en la Europa del Renacimiento y el posterior desarrollo del racionalismo y de las ciencias. Detrás de los hechos de esos años, está el surgimiento de grandes pensadores y el desarrollo de la ciencia, todo lo cual confluyó en el siglo XVIII y comienzos del XIX en lo que se llamó el Siglo de las Luces, incluido un hecho que fue algo así como el catalizador de toda esa corriente intelectual: la Revolución Francesa (1778 – 1789). Con estos acontecimientos, todo un sistema vigente hasta esos momentos, dentro del cual la Iglesia Católica había ejercido un dominio absoluto (el Sistema Feudal), desapareció para dar paso a la Edad Contemporánea, dentro de la cual un nuevo modo de propiedad y producción, el pensamiento burgués, hizo su aparición, siendo el Capitalismo su criatura más emblemática, en contra de la cual Karl Marx, en compañía de su amigo Federico Engels, escribió el Manifiesto Comunista y, posteriormente, lanzó su obra más importante: El Capital. La obra de este filósofo, como ya se sabe, fue el origen de muchas revoluciones locales en el mundo (Unión Soviética, China, Cuba) y, a su manera, fue también una revolución con efectos mundiales, hija de la Revolución Industrial, porque despertó en las clases obreras la conciencia de su poder y obligó al Capitalismo a ultranza (“Capitalismo manchesteriano”) a replantear sus relaciones con la clase trabajadora. La otra hija de esta revolución fue la tecnología.
La Revolución tecnológica
Habrá muchos que no estarán de acuerdo conmigo con respecto a esta categoría, pero, para efectos del presente artículo y el enfoque que le estoy dando, tiene una importancia especial, ya que ella es el punto de partida de lo que hoy ha dado en llamarse la Inteligencia Artificial (AI), que puede llegar a ser la más sublime de todas las revoluciones o, por el contrario, la catástrofe que lleve a la absoluta degradación, inclusive, a la desaparición de la especie humana, al menos tal como la conocemos hoy. Y es que el elemento más preocupante de la tecnología, y su transformación en IA, es la capacidad que tiene para convertirnos en sus esclavos, zombis incapaces de escribir una carta, redactar un poema o asar un plátano para el algo de la tarde; mucho menos entender un concepto tan complejo como es, por ejemplo, el mundo de la física cuántica. ¿Que el profesor en la universidad exige presentar una sesuda investigación, escrita en un libro de 500 páginas, sobre la Teoría de la Relatividad Especial de Albert Einstein redactada en griego, latín o en cualquier otro extraño idioma? No hay problema, bastará con dar un clic en el robot de última generación que acaba de salir al mercado, producido por una empresa cuyos empleados de carne y hueso jamás serán conocidos porque todos ellos son, a la vez, robots que obedecen las órdenes de otras máquinas supersofisticadas; el libro, en cuyo texto no faltará una coma, caerá enterito, casi que de inmediato, en las manos del alumno y, como seguramente al estudiante de marras le dará pereza leer semejante mamotreto, bastará con otro clic para que el obediente servidor le haga luego el resumen correspondiente en la mitad de una página, y ya todo estará listo para presentar el trabajo en la universidad, en donde el profesor le dará un “5 admirado”, como decían en la escuela de San Gregorio en años ya pasados, pero quedando tan o más bruto de lo que estaba antes de presentar su tarea. Pero lo más indignante de esta nueva esclavitud residirá (¿o reside ya?) en que –al contrario de los esclavos cazados en las selvas de África y traídos contra su voluntad a fuerza de látigo para trabajar en las plantaciones de algodón en el sur de los Estados Unidos o en las minas de oro en el Chocó en los siglos XVI, XVII y XVIII— serán los humanos mismos quienes desearán voluntariamente ser los esclavos de ese nuevo y deshumanizado amo que ya no es tan del futuro, porque la pereza, fomentada milimétricamente por los dueños del Sistema, no les dejará una opción diferente.
La Revolución aún no vista
Todo lo anterior para dejar en claro que mi decisión de poner en marcha esta nueva e irreversible revolución tiene como objetivo, no cerrar los ojos ante esta nueva realidad que es la IA, sino, mediante un proceso de trabajo profundamente consciente, convertirla en una esclava a mi servicio y, por extensión, al servicio de todo humano que lo desee; en la herramienta para fortalecer mi creatividad y consolidar mi propio potencial de pensamiento para, de esta forma, entender y aprovechar mejor mi propia realidad existencial, en lugar de dejarme atrapar por su fuerza arrolladora y terminar convertido en un zombi sin voluntad, con mis facultades intelectuales cercenadas; por tanto, prometo que jamás le entregaré mi facultad para pensar. Pero la tendré a mi lado como la esclava sumisa, que habrá de recordarme el nombre de la señora que vive al lado de mi casa cada mañana, cuando salga a dar un paseo por el consultorio de turno; para que me recuerde dónde dejé el cuaderno con mis apuntes hechos a mano la última vez que lo utilicé; en mi recurso para encontrar el libro de los 20 poemas de amor y una canción desesperada que hace años formaron parte de mis lecturas diarias y, de paso, que me recuerde también quién fue su autor. Así, cuando quiera construir alguno de mis sueños, ella tendrá la obligación de ayudarme a encontrar las piezas que necesito y que se encuentren dispersas, pero sin meter su fría mano en el proceso de unirlas para darle forma, porque ese será un derecho que me corresponde a mí y solamente a mí; para que el día en el que decida emprender mi anhelado proyecto de escribir el que habrá de ser el libro más bello de la vida, esté ahí a mi lado las 24 horas del día –al fin y al cabo ella no necesita descansar— para encontrar y poner en mis manos en el momento en el que las necesite las palabras que han ido quedando escondidas en alguna parte de mi cerebro. De esa forma, esta, aún no vista, Revolución, será la manera como utilizaré a esa hidra de mil cabezas que amenaza con degradarme y convertirme en un ser sin voluntad, en la más sublime de las oportunidades de crecimiento humano e intelectual que la ciencia haya sido capaz de producir. Lo dice Fulano Perico de los Palotes.
Nota: en el libro La historia del cristianismo, del escritor Paul Johnson (Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.U., primera edición 2023), se hace un recuento muy detallado del nacimiento y posterior evolución del Cristianismo.
Lea también Volver – tercera parte
Por Rubén Darío González Zapata Nacido en la vereda La Lindaja Corregimiento Alfonso López (San Gregorio) - Ciudad Bolívar