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Por: Víctor Andrés Sánchez

Madre. Te pregunto si aún habrá un pedazo de pastel en la nevera esperándome.
No busques el origen de mi voz, eso no importa, solo escúchame con detalle, no te
distraigas con la novela de la televisión, ya sabes cómo va a terminar, todos los finales son
los mismos, a excepción de este que te voy a narrar, por eso préstame atención, no te
asustes, ya te he visto brincar en el sillón, no sientas miedo, mi voz no es extraña, sabes
quién te habla, supongo la sientes un poco más apagada, es cierto, aquí donde estoy falta
mucho el aire, dejemos eso a un lado, no importa, escúchame, si, por favor, hazlo, préstame atención, recuerda que yo lo hice cuando vos me lo pedías, te pido retribución, prometo no tardar mucho para que puedas ver el noticiero, tampoco hay nada nuevo, una simple novedad, subió el arroz. Escúchame.

Imagínate que tienes una oportunidad de tener lo que has deseado, un día cualquiera
despiertas y ves como si fuera una revelación tus años por venir, en esa visión encuentras
un deseo que llevas anhelando desde un montón de tiempo atrás, lo ves siendo real, salido
de toda imaginación o fantasía, está ahí, a un costado de tu cama, revolcándose en las
cobijas. Ya lo has visto y sabiéndolo tenés que decidir porque todo arrastra consecuencias;
lo sigues viendo, esa eres tú corriendo por el jardín persiguiéndolo, tu rostro llenísimo de
carcajadas, no le das alcance, él corre más rápido que tú, al final desistes de alcanzarlo y te arrojas al suelo, ves el cielo todo azul sin nubes, él va a tu lado, ven el mismo cielo que
comparten, la misma belleza para diferentes ojos, el mismo derecho a disfrutar de las
pequeñas utopías que revolotean como libélulas y se posan en su nariz, eso que ves es
lindo, muy hermoso, se escapan lágrimas de tus ojos, puedes llorar, por favor no lo hagas
mucho, hay que guardar un poco.

Luego ves que juntos van al parque infantil, ese deseo, ese sueño se desliza por lo juegos
tan elástico y puro que procuras cuidarlo al máximo para que no se lastime con el suelo, tú
sentada en una banca del parque lo ves subir, bajar, correr, arrastrarse, lo ves desarrollarse
como una realidad posible, como una existencia jovial por quien espera la vida con sus
desafíos, él te saluda desde lejos, animoso, febril, despreocupado del mundo, así debe ser, no debe importarle nada diferente a jugar, experimentar, crecer, no tan rápido, lo que
importa es vivir sin los límites que nos impone la madurez.

Ahí están ustedes, en su primer día de escuela, a él se le empañaron los ojos, a vos también, es la primera vez que se separan, la profe se lo va llevando, lo distancia de ti, pero sabes que no es por nada malo, es natural en el desarrollo de su vida, allá le darán todo lo necesario para ser mejor en el futuro, su llanto fuerte espanta unas palomas que comían maíz, sientes que algo tira en tu pecho, sé que duele, hay que dejarlo, es por su bien; en la tarde vuelve a casa y te abraza fuerte y largo, casi infinito; después se acostumbra, ya no llora, al contrario, se siente feliz de ir a la escuela, empezó a hacer amigos, eso es importante para despertar su sensibilidad por el prójimo, va creciendo, la ropa le queda pequeña, es tiempo de comprar unas dos tallas más grandes, disfruta de los dibujos animados, los superhéroes esos lo trasnochan, se imagina siendo Superman, levantando un auto a punto de irse al río, empieza a llenar sus espacios con fantasías, empieza a crear; los trabajos de la escuela aumentan, muchas témperas, marcadores, colores, cartulinas, hojas de block, dibujos, recortes de periódico, empieza a leer, las palabras van llegando a su boca, letra por letra va dando forma a su mundo, va dando nombre a lo que conoce, lo determina e identifica, después viene la escritura, es un proceso difícil que le acarrea castigos en casa, no quiere escribir, quiere jugar, te toca hacerte la fuerte y exigirle, aquí se va apareciendo la disciplina.

Has parpadeado dos segundos y ya está en bachillerato, ha crecido montones, trae consigo
la rebeldía y la desobediencia, los castigos son más severos, sabes que debe ser así, lo notas distraído, frágil, temes que sufra depresión o ansiedad, no sería raro en su edad, tiene otros amigos, otras dinámicas, otras prioridades, vienen los vicios, el alcohol, las drogas, la rumba, el exceso de calle, le haces frente a todo eso con valentía; un día te presenta su primera novia, vuelves a sentir que te lo arrebatan, no lo niegues, es linda, pensamos igual, como todo amor adolescente no dura mucho, cosa de dos meses, después consigue otra y así hasta estancarse en una chica que le puso el mundo de cabeza; a su edad los pensamientos acechan con frecuencia, se pregunta por su futuro, la universidad, el trabajo, la vida, aparecen las preocupaciones, los miedos juveniles tan complicados de enfrentar, pierde un año de bachillerato y lo retrasa todo, el golpe es duro para ti, no cargues con culpas, has hecho todo lo mejor posible, no siempre puedes imponer tu voluntad, él también se siente mal, es el sacudón que necesitaba, se esmera por graduarse y lo logra, casi empujado, pero lo logra y pasa a la universidad, estudiará ingeniería, pagarla será difícil, pero algo se hará, siempre se puede hacer algo.

Ya es casi un adulto, la universidad le golpea fuerte, lo enferma la exigencia, trabaja medio
tiempo para ayudar con los gastos de la casa, se destaca académicamente, tiene buenos
amigos, una novia dulce que lo apoya sin importar los obstáculos, tú sigues ahí pendiente
de él arrastrando el peso de los años, las enfermedades hacen fila para entrar a tu cuerpo,
hipertensión, diabetes, colesterol, se te ha inflamado un ovario, vas de operación inmediata, no imaginas el terror de tu hijo al llevarte al hospital, parece que los ojos se le fueran a salir de las cuencas, por un momento pierde el control, pero se estabiliza, la novia está ahí dándole piso firme a su desespero, te recuperas y vuelves a casa, lo malo ya pasó o eso creímos. Una noche le da por salir de fiesta con unos compañeros de trabajo, lo despides bendiciéndole la frente con la señal de la cruz, lo besas, lo despides, él se va.

Imagínate todo eso madre mía, tal cual te lo he narrado, sin cambiar detalles. Ahora
imagina lo siguiente: él no volvió esa noche, ni ninguna otra noche, desapareció como si se
lo tragara la tierra, nadie sabe nada de él, se convirtió en fantasma, sales en su búsqueda,
tocan todas las puertas, todos lo buscan, no aparece, las autoridades no ayudan, malditos
cretinos; emprendes la odisea de buscarlo hasta encontrarlo, al principio muchos te
acompañan, después van siendo pocos, tanto que se pueden contar con los dedos de una
sola mano. Tu travesía empieza, pero no termina, es eterna.

Te pregunto madre ¿será que en verdad nos movemos? ¿O es solo una ilusión y todo está
invariablemente estático y es una mentira el hecho de movernos? Me pregunto si los
jazmines ya florecieron en tu jardín, si la mandarina aun te produce aquella alergia horrible, si le diste la oportunidad al viejo Adolfo de la tiendita de la esquina, ¿todavía ves esas novelas mexicanas? No creo que sigas esperando el soplo de la virgen de Guadalupe; me pregunto si aún escondes el dinero debajo del colchón, si todavía mantenés el agüero ese de la escoba al revés detrás de la puerta para ahuyentar las visitas, espero que no sigas creyendo que el rock es música de satánicos ni que tener el cabello largo me convierte en marica. Me pregunto si te duele mucho el corazón, el alma y la vida, quisiera estar ahí para sanarte. Sabes, no he podido hablar con Lucy, sé que me sigue esperando, dile que no lo haga, es libre de hacer su vida junto a alguien más. No sé para donde me fui, lo juro, he intentado volver y no lo he conseguido, lo siento mucho.

Imagina esto madre: tienes la oportunidad de ver todo tu futuro, tendrás lo que deseas, pero lo perderás causándote un enorme dolor, sabiendo eso ¿Aún seguirías en pie? ¿Sabiendo que lo perderás, te arriesgarías a vivirlo tal cual lo has visto?

La silla en el comedor sigue esperando, la ropa doblada en el closet, la cama tendida, la
comida caliente, los cuadernos empacados en el bolso, las canciones sin reproducir en el
equipo de sonido, los libros a medio leer con el separador entre las hojas, tu mano sigue
extendida esperando el abrazo de regreso, los amigos aún guardan su puesto en el salón de la universidad, Lucy sigue esperando sus besos; miras al espejo mientras hablo,
buscándome en tu reflejo.

¿Qué respondes madre mía? ¿Te arriesgarías a vivirme sabiendo que me perderás?

– Me preguntas si hay pastel para ti en la nevera, creo que no, pero puedo hacer uno
nuevo, todo para ti, todo depende del color de las guayabas.

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