Por Sebastián Restrepo Henao Magister en Desarrollo y Sostenibilidad Monash University Líder de Visión Suroeste
Esta columna hace parte de una serie de varias entregas que, desde una mirada académica del campo de los estudios del Desarrollo reflexiona sobre el momento histórico del mundo y del territorio. Es también el intento de plasmar el profundo amor y compromiso por mi lugar en el mundo: Támesis, el Suroeste y Colombia. Sobre todo, es una invitación a elevar nuestra conciencia por el cuidado de nuestro planeta y nuestro paisaje.
Puede leer la primera parte aquí
A lo que tradicionalmente se le llama “progreso” o “desarrollo” es un concepto que cambia de acuerdo con la época. La crisis del COVID ha revelado las falencias del modelo actual, puesto que hemos priorizado los rendimientos financieros y las variables económicas a costa de la explotación desmesurada de la naturaleza, a tal punto que hemos puesto en peligro la existencia misma de nuestra especie. Las relaciones entre el Sur y el Norte global (entre naciones desarrolladas y países en desarrollo) se han caracterizado por un intercambio desigual. En la cadena de producción de bienes y servicios globales, las naciones más atrasadas son aquellas que exportan materias primas para después importar bienes y servicios con valor agregado, perpetuando las relaciones coloniales, desbalances de poder, y brechas de conocimiento, mientras los pasivos ambientales y sociales por dichas explotaciones se quedan en el sur global. Desde 1970 el mundo ha perdido el 64% de su biodiversidad. En el mismo lapso, nuestra región ha perdido el 94%, siendo la región más amenazada del planeta. Es urgente hacer una reflexión ética, moral y cultural de nuestra senda de desarrollo, que asuma por fin la responsabilidad de los daños y que centre su mirada en el privilegio de habitar el segundo país más biodiverso y el de mayor riqueza en formas de vida por km2 en todo el planeta.
Basados en estas reflexiones, desde Visión Suroeste nos proponemos transformar la mentalidad extractivista que amenaza nuestras montañas, inspirados en movimientos, centros de pensamiento, instituciones y redes globales de conocimiento. También exaltamos y potenciamos aquellas iniciativas productivas y de conservación que YA están avanzando en formas de producir y habitar la tierra, más conscientes de la importancia del cuidado de nuestro territorio. Somos un movimiento que propone una alternativa de desarrollo que valora de manera holística nuestra riqueza, nuestra historia, nuestra biodiversidad, nuestra cultura y el paisaje del Valle del Cartama y el Cauca Medio. Trabajamos para acelerar las transiciones hacia modelos de desarrollo en armonía con la vida en una bioregión de importancia geoestratégica para Antioquia y el país. El Suroeste se ubica en el punto de concentración de biodiversidad más importante del planeta, o Hotspot, Los Andes Tropicales, que además está junto a otro gran punto de concentración de biodiversidad, el Chocó Tumbes-Magdalena.
Suroeste, territorio megadiverso
El biólogo y botánico de la Universidad de Antioquia, Ricardo Callejas, quien junto a su esposa, Lucía Atehortúa, se dedicó a recopilar El catálogo de Flora de Antioquia por más de 26 años, señala que los bosques andinos cuentan con la mayor diversidad de plantas del planeta. Estas montañas fueron formadas recientemente (alrededor de 5 millones de años) en la conformación de la cuenca amazónica, la colisión de las placas del Pacífico, el aislamiento del continente sudamericano, y la conexión con el istmo de Panamá, ubicadas principalmente en Colombia, Venezuela, Ecuador y Perú. En esta formación, Antioquia tiene un lugar privilegiado, limitando con Centro América, con la selva chocoana, y los valles interandinos del Cauca y el Magdalena. Callejas nos cuenta también que solo en el territorio de Támesis (250 Km2) tenemos 4 zonas climáticas, equivalentes a las de toda Suiza que comprende 49 mil km2. Por su parte, los ornitólogos José Castaño y Jorjany Botero recopilaron la información disponible sobre la avifauna en los municipios de Támesis y Jericó, hogar de más de 400 especies de aves, entre ellas 35 especies de aves migratorias, número similar al total de aves que habitan todo el continente Europeo.
Nacimiento del río San Antonio en el DMI Cuchilla-Jardín-Támesis.
Nuestra rica topografía nos da la proximidad entre el cañón del río Cauca, los escarpes montañosos y las zonas altas de la cordillera Occidental (Cuchilla Jardín-Támesis), hace que nuestros municipios sean zonas de alta concentración de biodiversidad y corredores de vida estratégicos para su preservación. Las conectividades entre cada uno de los ecosistemas permiten el florecimiento de gran cantidad de especies animales y vegetales. El DMI cuchilla Jardín-Támesis, estrella hidrográfica de importancia departamental, nos brinda a los habitantes de Támesis el lujo de contar con ríos que nacen en nuestro pueblo (Conde, Cartama, río Claro y río Frío), numerosas quebradas, arroyos y nacimientos. Allí donde nace el agua aún habitan los loros orejiamarillos, el águila crestada, el venado cola blanca y el oso andino.
Esa formación geológica y la influencia climatológica del Chocó Biogeográfico con sus corrientes, generan la circulación de niebla entre el valle y la montaña que provocan microclimas en cada piso térmico y mesoclimas particulares en toda la cuenca del Cartama y su encuentro con el Cauca. En esta cuenca el agua corre en abundancia hacia el valle por sus ríos, quebradas y arroyos, y sube después a la montaña condensada en forma de niebla.
Frecuentemente nos despertamos con el sol saliendo desde la cordillera Central y debajo, en el valle, un tapete blanco y extenso de nubes del cual sobresalen los farallones. Para el desayuno estamos cubiertos de una neblina espesa, y al medio día, ya con el sol radiante, hemos experimentado los climas de todas las estaciones. Nuestro paisaje y todo aquello que lo compone: sus cerros, sus caminos, sus ríos, sus gentes, sus cultivos, su historia, sus culturas; todo desde las abejas meliponas, las mariposas, las aves, y las piedras, son un patrimonio milenario que vale la pena cuidar. Cuando, mirándolo, reflexionamos que en una fracción mínima de nuestra historia (durante el siglo XX), hemos destruido el 70% de la biodiversidad botánica del departamento, entendemos que tenemos que revertir este daño urgentemente.
La encrucijada
Ya hemos degradado el patrimonio natural de nuestro territorio (y del planeta) hasta límites estratégicos mínimos. Sabemos de las zonas de sacrificio en Chile, en donde industrias contaminantes como la que se pretende instalar entre los municipios de Jericó y Támesis se han convertido en áreas de enfermedad, cinturones de pobreza e inequidad; hemos evidenciado que no es un proyecto minero, sino la transformación del Suroeste en un distrito megaminero lo que se pretende adelantar a espaldas de la opinión pública nacional y nuestras comunidades; y tememos, con razón, que lo que Anglogold (AGA) vende en el exterior como distrito minero se parecería a las zonas de sacrificio en Chile.
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Nos duele la inminencia de un cráter de 72 hectáreas de diámetro que dejaría la explotación de (solo) su primer yacimiento en la montaña La Mama, cerro en donde confluye el Mirador del Valle del Cartama y el del Cañón del Cauca. Además, sabemos que el método de relaves filtrados que proponen para la disposición de sus desechos mineros no ha sido aplicado en territorios tropicales con alta pluviosidad y actividad sísmica constante como nuestra región. Es decir, que no hay evidencia actual que garantice su funcionamiento poniendo en riesgo toda la cuenca del Cauca aguas abajo, incluso hasta la represa de Hidroituango, como lo expresó la Procuraduría Para Asuntos Ambientales y Agrarios hace poco.
Valle del Cartama
Nos preocupa que el pretendido distrito destruya la integridad de las dos áreas de importancia mundial para la conservación de aves AICAS, el corredor del oso andino, del tití gris, y la conectividad efectiva ecosistémica, al menos durante tres décadas y quizá de manera irreversible. Nos intranquiliza y denunciamos la omisión de las afectaciones en estas áreas ya que el EIA de la multinacional las ignora casi por completo, como también ignora el evidente daño en materia natural y social que causaría sobre el municipio de Támesis.
Hemos leído en los informes internacionales de AGA que sus proyectos en Colombia se catalogan de alto riesgo para minería ilegal, extorsión y delincuencia organizada, fenómenos que llegarían a nuestro territorio de la mano del distrito minero. Observamos y denunciamos la brecha enorme entre las realidades de otros territorios de extracción de la multinacional como Obuasi en Ghana (en donde los cultivos agrícolas alrededor de sus minas han sido declarados tóxicos y no aptos para el consumo humano), y su historial de violación de derechos humanos en la República Democrática del Congo. Esas realidades contrastan con las promesas de progreso que hacen a través de la pauta comercial con medios nacionales, regionales y locales.
Nos parece injusto el modelo de exportación de concentrados minerales en bruto que será convertido en productos de valor agregado en otras latitudes que después tendremos que comprar caro, perpetuando el intercambio desigual entre países que nos condena al subdesarrollo. Sabemos, por ejemplo, que por mucho que publiciten sus inversiones sociales para ganarse a las comunidades antes del inicio de la explotación masiva de sus montañas, en la práctica AGA solo invierte 60 centavos por cada cien dólares producidos en las comunidades locales donde tiene sus minas en el mundo. Nosotros creemos que esos centavos no compensan la huella de destrucción que van dejando en los territorios de sus minas en el mundo.
Reunión socio-económica de la Anla en Támesis, 25 de septiembre de 2020.
Sin embargo, nada de esto nos sorprende porque entendemos que el comportamiento y los patrones de intervención de esta empresa responden a unas lógicas extractivas, a lógicas globales del siglo XIX y XX que aún persisten sustentadas en un poder político y económico enorme responsable de la tragedia ambiental actual. Entendemos que Colombia, con una mirada miope, carente de autoestima y visión estratégica, no ha sido responsable del cuidado del patrimonio más importante que le aporta al planeta: Su biodiversidad.
Sin embargo, tenemos plena certeza de que la crisis actual está derrumbando definitivamente esas lógicas y que estamos en un punto de despliegue de una transformación sistémica, de un cambio de paradigmas, de un relevo generacional de las ideas. Entendemos que el conflicto socio-ambiental por la llegada de la megaminería a nuestras montañas ha propiciado un proceso de reflexión desde los diversos colectivos pioneros en la defensa, que ha generado transformaciones territoriales desde los procesos de base. Que ha permitido diálogos improbables entre múltiples actores territoriales: desde campesinos e indígenas, jóvenes, mujeres, ONGs, hasta actores gremiales, empresariales, políticos e institucionales.
Muchos de los factores de configuración territorial, históricos, arqueológicos, y ecosistémicos que hacen de nuestro paisaje un patrimonio de Antioquia y Colombia, y que han sido ignorados desde la visión de túnel de la multinacional, han promovido una reflexión social colectiva que, a nuestro modo de ver, es de un valor enorme. Estas reflexiones son aún más relevantes a la luz de la crisis de salud pública, social, económica, ética y cultural de este tiempo. Y son soportadas por las declaraciones de científicos, líderes de organismos multilaterales, y por las transformaciones que en materia de reactivación verde se plantean en naciones como Nueva Zelanda, Alemania, Holanda, Francia, y por la Unión Europea, así como la ruta que retoma con más impulso el gobierno de Joe Biden en Estados Unidos.
Una propuesta para el siglo XXI
Nuestra visión de desarrollo se nutre e inspira de una renovada ética planetaria que supere la lógica de desarrollo extractivo, degenerativo, desigual y cortoplacista, hacia un desarrollo regenerativo. El concepto de desarrollo regenerativo se puede resumir en la reconciliación entre el hombre y la naturaleza, en entendernos como parte de la comunidad de la vida. Este no es un llamado romántico ni soñador pues nuestra visión se alinea con la ONU en su más reciente reporte: Necesitamos hacer la paz con la naturaleza. Esta reconciliación la estamos emprendiendo desde nuestro paisaje megadiverso, cultural y ancestral ubicado en medio de Los Andes Tropicales, la reserva biológica más importante de la humanidad. Y no estamos solos en este camino. Por ello, nuestro primer propósito ha sido empezar el tejido de nuestra Red de Regeneradores en Movimiento, el corazón de Visión Suroeste. En esta red, estamos encontrando y exaltando proyectos, iniciativas e individuos de nuestro territorio que están transitando hacia modelos de producción y de vida más sostenibles y conscientes. Al tejer esta red, pretendemos demostrar que la transformación está sucediendo, juntarnos en una plataforma común, y juntos transitar más rápido hacia el futuro que estamos construyendo. Para ello, queremos aportarles oportunidades de formación desde el ser y el hacer, de comercialización, de intercambio de saberes, de cooperación internacional, y de incidencia en las agendas y proyectos territoriales, pues creemos en el poder del encuentro y el trabajo en red para transformar realidades e imaginarios.
Por eso asumimos el liderazgo de entender y valorar nuestro paisaje de manera integral y aportar para que esta mirada sistémica sea tenida en cuenta en el proceso de licenciamiento por parte de la ANLA, y solicitarle la negación de la licencia de explotación del proyecto Quebradona.
Por Sebastián Restrepo Henao
Magister en Desarrollo y Sostenibilidad
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