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¿Por qué no tenemos asiento en los centros de poder del mundo?

Uno de los vacíos más significativos que se evidencian al hacer un recorrido por la historia, es la ausencia, casi que sistemática, de la América Latina –con el África subsahariana– de los escenarios en los que se han forjado los caminos que han determinado (y siguen determinando) el rumbo de la especie humana. En efecto, nuestro subcontinente, a partir de su independencia, se ha caracterizado no sólo por la marginalidad constante y la falta de propuestas originales que hayan incidido en las corrientes de pensamiento moderno mundiales, en economía y desarrollo científico, sino también por una actitud sumisa (con algunas contadas excepciones) ante el poder de los imperios o las potencias del momento: Inglaterra en el siglo XIX y Estados Unidos en el siglo XX y lo que va del XXI, incluidos los centros de poder en materia de pensamiento religioso.

¿Significa lo anterior que la América del Sur carece del potencial humano lo suficientemente capaz como para abrirse el espacio necesario que le permita hacer sentir su voz dentro de los grandes escenarios en los que se cocina el futuro de la humanidad? Creo que no. Creo que las sociedades de todas las regiones del mundo –América Latina es una de ellas– llevan dentro de sí el potencial suficiente como para construir por sí mismas el camino que las puede llevar a alcanzar los niveles de desarrollo humano (científico, cultural, económico) que les permitan ocupar en el escenario mundial el puesto que les corresponde por el derecho de la razón, así como para decidir por sí misma su propio futuro, no el que pretenden imponerle unos cuantos poderosos. Una muestra importante de este potencial, en este caso en el área de la investigación científica, es que, aparte de los premios Nobel de Paz y de Literatura, la América Hispana ha producido cinco premios Nobel en el campo científico, cuatro de ellos en Medicina y uno en Química. Y ni hablar de la abundante producción existente en el campo del arte, el pensamiento social, político y económico; algo que se puede consultar, entre otras fuentes, en la recopilación que hace en su libro Delirio americano el escritor Carlos Granés (Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.U.).

Si esto es así, ¿entonces por qué este caudal de pensamiento, investigación científica y esfuerzo económico, prácticamente no ha tenido trascendencia a nivel mundial? La respuesta tal vez se encuentre en nuestra histórica incapacidad para aprovechar unidos el inmenso potencial que tenemos, incluidas nuestras riquezas naturales y la configuración geográfica del subcontinente. Algo que puede cambiar si tomamos conciencia de una oportunidad que en estos momentos nos está dando el destino con la elección sucesiva de dos papas a los que podríamos considerar como un auténtico producto latinoamericano: Francisco I y León XIV; pues, aunque Robert Prevost (León XIV) no haya nacido físicamente en nuestras tierras, es evidente que su madurez espiritual se consolidó dentro de un contexto social típicamente suramericano. ¿Significa que por esta razón la América del Sur tiene ya ganado el lugar relevante en el mundo que tanto necesita? ¡No! Pero sí significa que tenemos un motivo para desperezarnos, levantarnos y tomar conciencia de que podemos sacudirnos y quitarnos de encima el lastre mental de la cultura del sometimiento y del “no somos capaces”, para asumir que esta región del mundo tiene un mensaje original nacido de sus propias entrañas para enviar a todo el planeta; un mensaje nacido de su propia condición multiétnica y experimental, y no solamente en el campo religioso, sino también en el científico y filosófico.

Haciendo referencia al aspecto religioso, por ejemplo, es evidente que el pensamiento cristiano que se vive en América Latina es algo que nos ha llegado de afuera, bien sea desde Roma o desde esa especie de iluminados que aparecen continuamente en los Estados Unidos, quienes luego de crear su propia confesión, la exportan luego a América Latina. ¿Hay una visión del cristianismo que haya brotado de las mismas entrañas de la América Latina? No lo creo. Algo parecido ha sucedido con otros movimientos ideológicos, por ejemplo, con el marxismo. Prácticamente durante todo el siglo XX, las corrientes políticas que aceptaron como suyos los postulados del marxismo estuvieron supeditados a los dictados impuestos desde la Unión Soviética o desde China, sin que se haya hecho un esfuerzo serio y de alto calado para latinoamericanizar una propuesta como esa y mucho menos se ha tomado la iniciativa de construir una filosofía política auténticamente suramericana con respecto a un modelo económico que nazca de nuestras propias necesidades y características. El mismo modelo capitalista que poseemos no es más que una copia barata y mal adaptada del capitalismo norteamericano y europeo.

Aquí no se está cuestionando la razonabilidad de las religiones o modelos económicos y sociales de otras partes del mundo. Cada uno de ellos, con sus defectos y cualidades, fortalezas y debilidades, nació dentro de un determinado contexto social o religioso que le otorgan validez. Lo que se cuestiona es el hecho evidente de que los países de nuestro subcontinente no hayan llevado a cabo hasta ahora otra cosa que copiar esos modelos foráneos sin hacerlos pasar previamente por un proceso de asimilación que permita introducir en ellos las transformaciones necesarias para que se ajusten a nuestra propia realidad y necesidades o proceder a la creación de modelos alternativos nacidos desde nuestra propia visión existencial, para que entren a enriquecer el acervo de la cultura universal. Algo así debería empezar a ocurrir con el cristianismo, aprovechando el paso por el Vaticano de los papas Francisco y León XIV. Un papayazo que ojalá sepamos aprovechar.

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Por Rubén Darío González Zapata 
Nacido en la vereda La Lindaja 
Corregimiento Alfonso López 
(San Gregorio) - Ciudad Bolívar
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