Viento seco

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Por Rubén Darío González Zapata
Nacido en la vereda La Lindaja
Corregimiento Alfonso López (San Gregorio)
Ciudad Bolívar

Cesto de llamas

Título:                   Viento seco

Autor:                  Daniel Caicedo

Género:               Novela

Editorial:              Editorial nuestra América – Ediciones desde abajo

Prólogo:              Antonio García

Comentario

Nunca antes había tenido la oportunidad de leer un libro en el que la tragedia de La Violencia — la de finales de 1948 al año 1953 – estuviera expuesta de una manera tan cruda y descarnada como la que aparece en la novela Viento seco de Daniel Caicedo. Los hechos aquí narrados transcurren entre los años 1949 y 1950, cuando la locura del odio partidista ha llegado a su máximo nivel de degradación y deshumanización. Tiene como protagonistas, además de la violencia como tal, a un hombre llamado Antonio Gallardo y su esposa Marcela, quienes tuvieron que ser testigos de una orgía de sangre que le costó la vida a sus padres en el municipio de Ceylán, departamento del Valle, muertos salvajemente a machete y sus cuerpos calcinados por el incendio deliberado de la aldea causado por los asesinos. Su pequeña hija, aunque inicialmente logró ser sacada con vida por su madre caminando por entre las llamas, murió poco después como consecuencia de las heridas y el abuso de violación al que fue sometida y su cuerpo enterrado apresuradamente por sus padres al pie de un árbol, para continuar luego la marcha en busca de refugio en el pueblo vecino.

 

No más tomar el hilo de la narración de esta novela y ya mi ánimo está inmerso en esta borrasca de aguas hediondas; me siento mentalmente viviendo esa etapa de nuestra vida nacional en la que, al igual que el protagonista, soy arrastrado por la fuerza incontrolable de un odio absurdo e irracional, promovido o, en el mejor de los casos, cohonestado por una clase en el poder aferrada a sus privilegios y una institución como la Iglesia Católica que mira para otro lado y que, en muchos casos, incluso justifica la persecución de liberales.

 

El día de la masacre de Ceylán y los actos de violencia sucesivos que lo siguieron persiguiendo en Cali, a donde huyó después de perderlo todo, fueron para Antonio Gallardo, no solamente una tragedia familiar de proporciones que parecen imposibles de soportar para un ser humano normal. Fue también un punto de inflexión que le dio, irremediablemente, un nuevo rumbo a su vida y que, como un huracán imposible de resistir, lo llevó a tomar la decisión de meterse a la guerrilla liberal, a donde llegó, no solamente por la necesidad de encontrar un refugio sino y también un medio para ejercer venganza. ¿Su pecado?: Ser liberal. ¿El victimario?: un Estado indiferente en manos de una clase en el poder encerrada en sus privilegios, prejuicios y resentimientos con el disfraz de una contienda partidista entre conservadores y liberales, cuya confrontación solo ha dejado violencia. ¿Autores materiales?: Unos colombianos enceguecidos por el odio, esclavos de las consignas de caciques que los han convertido en instrumentos de violencia y carne de cañón.

 

La novela tiene un extenso prólogo escrito por Antonio García, 1 en el cual este profesor hace un profundo análisis de su mensaje; mensaje que debe poner a todo colombiano honesto con su propia conciencia a hacer un profundo ejercicio de reflexión. El examen llevado a cabo por García incluye una primera parte en la que hace una consideración sobre el papel que en la literatura colombiana ha jugado el fenómeno de la violencia como tema central de su contenido, para concluir que esta tarea ha sido asumida fundamentalmente por el género de la novela, la que en Colombia tiene, según su opinión, “una tradición de rebeldía, de inmersión social y de protesta”, como se puede observar en varios autores de la primera mitad del siglo XX, entre ellos Eugenio Díaz, Lorenzo Marroquín, José Eustasio Rivera, Uribe Piedrahita, Zapata Olivella, para citar solo algunos de los nombres señalados por el prologuista, que incluye además unos someros comentarios sobre algunas de las obras escritas por estos autores.

La Colombia que tenemos hoy es la que ha nacido de tragedias como las narradas en Viento seco.

Finalmente, El profesor García centra su reflexión sobre lo que es como tal el objeto de su análisis: la novela Viento seco, para encontrar allí lo que él llama “… el espejo de la sociedad de ahora, con un pueblo sometido — intelectual y políticamente — y con unas clases altas que no hacen ya acto de presencia en los conflictos de sangre”. Aquí el prologuista se refiere al hecho de que, mientras en el siglo XIX las guerras civiles estaban revestidas de una especie de halo romántico del ideal caballeresco, en las que morir era un acto de honor, ahora en el momento en el que escribe (año de 1953) la guerra ha degenerado en la acción caótica de un pueblo partido en dos alas irreconciliables (la conservadora y la liberal) que “solo ha empleado sus esfuerzos, su capacidad de sacrificio y de lucha, su idealismo ético, en destruirse a sí mismo”, mientras la oligarquía mira desde lejos. “Antonio Gallardo, testigo del incendio de la aldea, de la destrucción de su casa, de la violación de su hija, del asesinato de su mujer” … denigrado en su espíritu y en su cuerpo hasta los niveles más abyectos, termina encontrándole sentido a su vida, no en la lucha por hacer justicia sino en el deseo de venganza, “hasta que caiga — con unos tiros en la frente — sin saber por qué”.2

Hay quienes piensan que el pasado no es otra cosa que hechos sobre los que ya no podemos hacer nada. ¡No comparto esa opinión! El pasado es una fuente inagotable de enseñanzas; un insumo fundamental para entender por qué somos como somos y, a la vez, material indispensable para construir el futuro. La Colombia que tenemos hoy es la herencia de lo que, como sociedad, hicimos o dejamos de hacer en el pasado. Las guerrillas, el paramilitarismo, la corrupción y el ansia de dinero fácil, son fardos que llevamos sobre nuestros hombros cuyas semillas se encuentran en tragedias como las narradas en la novela Viento seco; nos lo recuerda el profesor Antonio García en su duro enjuiciamiento a un sistema, a una sociedad incapaz de encontrar un camino de salida a sus conflictos diferente a la violencia estúpida e irracional.

Notas:

1 – El profesor Antonio García, una de las más brillantes personalidades latinoamericanas, docente e investigador economista, fue docente de varias universidades de la América Latina y profesor también de la Universidad Nacional de Colombia, nacido en abril de 1912 y muerto en abril de 1982.

2 – Caicedo, Daniel, Viento seco, Pags. 27 – 48.

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Por Rubén Darío González Zapata
Nacido en la vereda La Lindaja
Corregimiento Alfonso López 
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