Por qué recordar a Álbaro

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Si hiciésemos caso de aquella consigna de la politología norteamericana de principios del siglo pasado de que a más medios, más democracia, podríamos entonces afirmar que el departamento de Antioquia ha robustecido su democracia en las últimas décadas, pues en los pasados veinte años han emergido un número considerable de medios de comunicación en las cabeceras urbanas de los municipios y en la ciudad de Medellín que más que hacer contrapeso a los medios nacionales o regionales, se convierten en la mejor alternativa para conocer de primera mano la realidad local. Este surgimiento ha estado ligado a esfuerzos de organizaciones sociales, en algunos casos a instituciones y, sobre todo, a la valentía de personajes que, con un concepto claro y definido del bien común, han arriesgado capital financiero, relaciones familiares y en ocasiones, hasta relaciones sociales en los municipios que habitan.

En la región del Suroeste antioqueño esa obra quijotesca tiene marca. Álbaro Valencia tuvo claro desde el principio lo que los manuales del periodismo y la teoría política dictan en el mundo: el acceso a la información es una de las herramientas clave para que cada ciudadano pueda hacer parte de la construcción de sus condiciones de vida. Inició buscando la ruta en las aulas de clase de la Universidad de Antioquia a finales de la década los ochenta y muy temprano combinó el conocimiento con el hacer cotidiano en el municipio de Amagá a través de la prensa escrita, las cámaras y los micrófonos. Su municipio supo de él y por él se informó durante muchos años de lo que allí pasaba, lo que había pasado y de lo que iba a pasar. El paso final fue cerrar con broche de oro su vida periodística en la academia pero esta vez en la Universidad Nacional Abierta y a Distancia que lo graduó en el mes de diciembre pasado.

Todo ese camino por el conocimiento a partir de la academia y de la experiencia, lo puso al servicio de su municipio y su región. Una vida dedicada a garantizar el acceso de niños y jóvenes del campo a la educación básica y superior, a procurar el mejoramiento de las condiciones de la minería en la región, la salud, la educación, el deporte, todas esas dimensiones estuvieron en la pluma y en la voz de Álbaro que siempre se buscó el canal para informar y para educar.

Su afán de aportar al mejoramiento de la calidad de vida superó los límites territoriales y políticos de su municipio natal y llegó con el periodismo regional que se inventó a cada uno de los municipios de la región del Suroeste. Los habitantes de los municipios cercanos y lejanos de la región, empezaron con Álbaro y su equipo periodístico y de corresponsales, a tener una opción informativa de los acontecimientos culturales y políticos, las tragedias naturales, personajes y experiencias destacadas, etc.

Pero hoy, en los primeros momentos de un nuevo año, Álbaro se va y deja a su familia, a sus amigos y sobre todo, a ese gran equipo de periodistas y corresponsales que lo acompañó en sus cruzadas por el territorio, tres banderas que vale la pena hacer un esfuerzo por sostenerlas siempre izadas.

La primera de ellas es la convicción de que el periodismo es una herramienta fundamental para el desarrollo de los municipios y de las regiones. Así lo vivió y lo transmitió siempre a su equipo de trabajo en los municipios a los que asistía como periodista o como director y en las jornadas académicas departamentales y nacionales a las que asistía en cumplimiento de su labor.

La convicción de que el trabajo mancomunado genera mejores resultados. Por esa vía promovió siempre la necesidad del trabajo en red ante autoridades departamentales y nacionales y ante los mismos delegados de los medios en la región del Suroeste.

Y finalmente, la convicción de que es en las nuevas generaciones que hay que sembrar las semillas para aportar a la construcción conjunta de los municipios, la región y el país. Su interés de formar semilleros de periodismo en las cuatro subregiones del Suroeste y de impulsar jóvenes a las aulas universitarias, dan testimonio de ello.

Es por todo ello que amigos, familia, compañeros de trabajo, colegas, gobernantes, empresarios, ciudadanos del Suroeste y de Antioquia, debemos sostener en alto las banderas enarboladas por Álbaro Valencia que, aunque ya no está con nosotros, siempre lo vamos a ver en cada página de periódico local que relate una historia contada desde los socavones de las minas o desde la plenaria de una organización social; en cada programa radial o televisivo en que se subraye la necesidad de la participación ciudadana, o en cada taller en el que un niño se enfrente por primera vez al fantasma de la hoja en blanco para escribir una historia. Una de esas que Álbaro contaba.

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