Edición 197
La población rural del Suroeste está envejeciendo
Orlando de Jesús Cartagena es oriundo de Tarso, su vida ha transcurrido en las veredas Patio Bonito y Tacamocho. Es un conocedor del campo: caficultor, alambrador y jardinero.
Llegó hasta tercero de primera, pero fácilmente debate de cualquier tema, es un hombre con un pensamiento crítico y con un discurso muy marcado, “yo me preparé y me titularon muy bien en la Universidad de la Vida”.
A sus 63 años ha recorrido todas las montañas y rincones de Tarso, dice que no lo cambia por ningún otro lugar, para él es el pueblo más tranquilo, amañador y con el mejor clima.
“Yo sólo voy a la ciudad de Medellín cuando tengo que ir a una cita médica o a algo que tenga que ir de manera personal, de lo contrario, mando a alguna de mis hijas, porque cuando voy por Caldas, ya empiezo a ver borroso, a marearme; para mí la ciudad es un desierto de concreto”.
Orlando de Jesús se levanta todos los días a las 3:30 de la mañana, a las 5:30 empieza sus labores en la Administración Municipal, en donde desde hace 10 años trabaja en mantenimiento de zonas verdes y jardinería.
A los 25 años incursionó en la política, fue concejal cuatro periodos consecutivos por lo que conoce las carencias de su territorio, “el campo sólo necesita una cosita que se llama apoyo económico, el campesino no tiene calidad de vida; los mandatarios lo abandonaron y los empresarios lo olvidaron, solamente los buscan para comprar sus productos a precios miserables”.
Añade que al campo le ha hecho falta el amor y la conciencia, “a mí me preocupa dos cosas: la población campesina está envejeciendo y está sola”.
Tiene siete hijos, seis mujeres y un hombre, habla de ellos con orgullo, “he luchado y he trabajado para que ellos estudien porque sé lo duro y lo mal pago que son las labores del campo”.
Aunque también piensa que quien se forma académicamente debería volver y contribuir al campo, “hay que buscar que los jóvenes que salen de un bachillerato vayan a estudiar y esa preparación la traigan en beneficio de sus comunidades. Es posicionar una agricultura y un campo más sofisticado y con más conocimiento”.
Orlando de Jesús es caminante, le gusta el turismo ecológico, “todos los seres humanos deberían conocer y estar tan siquiera un día a la semana en el campo, para disfrutar del oxígeno, de la tranquilidad y de la paz que se refleja y se siente”.
Es un hombre muy religioso, desde pequeño todos los domingos sagradamente ha ido a misa de 6 de la mañana. Anhela pasar sus últimos años en la tranquilidad del campo y desea que la vida en las zonas rurales sea más digna, “hay que tener sentido y conocimiento del campo, cuando la gente sea consciente de eso va a valorar al campesino y a la campesina que le toca bañarse a cocadas con su ropita puesta porque no tiene un baño”.
Así como a don Orlando de Jesús encontramos a José Guillermo Betancur y a María Luisa Monsalve, viven en la vereda Mulato del municipio de Tarso, han pasado toda su vida en el campo, como ellos dicen “desde que nacimos”. Él por muchos años fue arriero y ella ama de casa, los dos tienen muy claro qué les gusta del campo: “todo”. José cuenta que no podría vivir en otro lugar, “yo me amaño dos o tres días en Medellín, pero de ahí en adelante me va entrando una malaria rara y cuando llego aquí, parece que llegué a saludar al Señor (risa)”.
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Por: Valentina Cadavid Posso