LA VIDA ESCUELA DE LAS FARC-EP EN CUATRO GENERALCIONES 1950 – 2022
Título: Entre fusiles y lápices
Autor: José Armando Cárdenas Sarrias
Género: Historia
Editorial: Ediciones Aurora
Fecha: Bogotá, D.C., 2023
¿FUE LA GUERRILLA DE LAS FARC UN FENÓMENO INEVITABLE?
Es más que probable que alguna vez muchos colombianos, tal vez la mayoría de los colombianos, nos hayamos preguntado si la guerrilla de las Farc fue un fenómeno inevitable, una especie de sino fatal al que el país fue condenado por un oscuro y ciego destino.
La respuesta a una pregunta como ésta, desde luego, no es fácil y no puede ser despachada con un sencillo SI o un simple NO, al menos no sin antes hacer algunas consideraciones de carácter histórico que nos ayuden a entender los hechos. Tal como se dieron las condiciones de persecución contra tantos campesinos liberales en los años de La Violencia, a éstos no les quedó otra alternativa que armarse y agruparse en autodefensas. En esos años iniciales, estas autodefensas no pasaban de ser pequeños grupos mal armados (parte de sus armas fueron lanzas que se conservaban de la Guerra de los Mil Días) que lograron mantenerse a salvo gracias a factores tales como la capacidad imaginativa para idear formas de lucha, que son el producto de circunstancias imposibles cuando no hay más alternativa que sobrevivir a cualquier precio. Hubo intentos de volver a la vida normal después del año de 1953, y el mismo Pedro Antonio Marín (autodenominado después Manuel Marulanda, aparte del apodo de Tirofijo), desmovilizado gracias a las negociaciones con el gobierno de Rojas Pinilla, había dejado las armas para asumir un cargo como inspector de obras. Sin embargo, en 1960, al ser asesinado su compañero de lucha Jacobo Prías Alape (también desmovilizado), éste dejó la maceta, la pica y la pala para abrazar definitivamente el camino de las armas. Muchos consideran que este hecho fue el verdadero comienzo de las Farc.
¿Cuál fue la decisión del gobierno de Guillermo L. Valencia? Erradicar por la vía de la represión militar los grupos de autodefensa, mediante una operación de bombardeo (“Operación Soberanía”), con lo cual lo único que se logró fue que los pocos campesinos que quedaron vivos (¡300 personas con sus familias!) emigraran hacia la Uribe (Meta); allí serían ellos quienes, con Manuel Marulanda a la cabeza, fundarían las Farc en 1964, bajo el manto ideológico del comunismo. Con todo, este grupo le envió una carta al presidente Valencia en la que exponían sus demandas: retiro de las tropas de Marquetalia, construcción de vías, centros de salud y escuelas, devolución de bienes (de los que habían sido despojados) y juicios políticos a los militares.1 ¡Esta carta jamás fue respondida! En el libro Trochas y fusiles, citando a un integrante de los Loaiza, (liberales del Tolima alzados en armas), Alfredo Molano escribe: “… el saber que a uno lo pueden matar por haber nacido liberal, daba mucha terronera, mucho miedo, y el miedo es la base de la violencia… a nosotros nos tocó dar la pelea. No fue más. La violencia era la única salida.” 2
Vistas las cosas dentro de este marco histórico, la respuesta a la pregunta aquí planteada es un forzoso SI.
¿FUERON LAS FARC (O LAS GUERRILLAS EN GENERAL) LA SOLUCIÓN?
La primera consideración que me parece razonable hacer es que la opción de las armas y su consecuencia lógica, la violencia — sobre todo cuando termina convertida en una situación sin un horizonte definido en el tiempo; cuando deja de ser un proceso temporal para convertirse en una forma de vivir — como camino para lograr un objetivo (social, político, religioso, económico), es un salto al vacío en el que se sabe cómo se comienza, pero no cómo va a terminar. Es algo así como montarse en un tigre y después no poderse bajar, porque el día que lo haga ese mismo tigre se lo comer. Creo que eso, en general, ha pasado con las guerrillas, los paramilitares y ni hablar de grupos delincuenciales. Otra cosa que sucede con estos grupos, y las Farc no fueron la excepción, es que la población por la que se supone que estaban, teóricamente, luchando terminó con frecuencia convertida en víctima de sus propios “salvadores” y éstos, a su vez, en victimarios. En el caso de esta guerrilla, por ejemplo, el secuestro (con las infames “pescas milagrosas”), la voladura de torres eléctricas, el uso de tatucos en ataques en medio de la población civil, el reclutamiento forzoso aún de menores de edad y el asesinato de personas inermes por razones muy variadas, fueron prácticas que llevaron a la inmensa mayoría de la población colombiana a ver en ella un factor de violencia, de desestabilización, de miedo, en lugar de un instrumento de transformación y construcción social positivo: todo lo contrario de la filosofía que fundamentó su creación. Con ello, y de paso, le proporcionaron a militarista y la clase política muy oportunos argumentos para mantenerse en el poder, con el discurso de que eran los “héroes” defensores de la Patria; algo que el señor Álvaro Uribe y sus seguidores, en los años 2000, supieron, muy hábilmente, canalizar as su favor.
La respuesta a esta pregunta sería, por lo tanto, un NO.
EN SÍNTESIS, ¿QUIÉN O QUIÉNES SON LOS RESPONSABLES?
Me parece que la respuesta a esta pregunta la podemos encontrar en el documento HAY FUTURO SI HAY VERDAD, INFORME FINAL. Informe de la Comisión de la Verdad, junio 28 de 2022.3 La importancia de este informe radica en que es un documento que, a través de todos los mecanismos al alcance, especialmente los informes de las víctimas de la violencia en un período de nuestra historia que va del año 1958 al 2022, representa un gran esfuerzo por esclarecer la verdad de los hechos y, de paso, aportar los elementos para determinar quiénes fueron sus grandes responsables. Al respecto, un fragmento de este documento dentro del título “El reclamo de la indignación”, señala:
“No teníamos por qué haber aceptado la barbarie como natural e inevitable, ni haber continuado los negocios, la actividad académica, el culto religioso, las ferias, el fútbol, como si nada estuviera pasando. No teníamos por qué acostumbrarnos a la ignominia como si no fuera con nosotros, cuando la dignidad propia se hacía trizas en nuestras manos”. Más adelante, dentro de este mismo párrafo, se preguntan los integrantes de la comisión: “¿Por qué el país no se detuvo para exigir a las guerrillas y al Estado parar la guerra política desde temprano y negociar una paz integral? ¿Dónde estaba el Congreso, dónde los partidos políticos? ¿Hasta dónde, los que tomaron las armas contra el Estado calcularon las consecuencias brutales y macabras de su decisión?”
Reflexionando sobre estas palabras, la respuesta para mí es muy clara: El gran responsable de toda esta locura de violencia es el país tomado en su conjunto: el Estado y sus organizaciones; los grupos armados que optaron por la violencia como camino para lograr un cambio. La tiene también la Iglesia Católica, e, incluso, otros grupos religiosos. En síntesis, toda la sociedad tiene una responsabilidad histórica por su cobardía, ineptitud e incapacidad para parar desde sus inicios la locura de la violencia que solo nos ha traído tristezas, atraso, odios y solo ha beneficiado a los empresarios de la muerte.
Con este capítulo doy por terminados mis comentarios sobre el libro Entre fusiles y lápices.
Notas:
1 – Wikipedia. Disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Marulanda_V%C3%A9lez
2 – Molano, Alfredo; Trochas y fusiles, El Áncora Editores, 1994. Pág. 70.
3 – Declaración de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. Hay justicia si hay verdad. Informe final.
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Por Rubén Darío González Zapata Nacido en la vereda La Lindaja Corregimiento Alfonso López (San Gregorio)