¿Qué traerá de nuevo este Festival?
Cuento
– Oiste Sócrates, ¿cómo creés que pinta p’a este año el Festival de la mula y el café en San Gregorio? – Preguntó inquieta la mula Linda, a su amigo el buey, mientras este, echado tranquilamente sobre el pequeño rellano del potrero, rumiaba serenamente sobre sus filosóficas divagaciones. La pregunta transportó su mente a aquella fría mañana en la Lindaja, en la que juntos, al reflexionar sobre la contribución que ellos dos y sus seculares tátara ancestros habían hecho en el pasado al progreso de sus hermanos los humanos, se les había ocurrido una idea genial: ¿por qué no inducir en las mentes de las autoridades del municipio la iniciativa de establecer formalmente un homenaje para ellos y para su ascendencia, como un símbolo de reconocimiento a su trabajo? Era cierto que ya en Bolívar hacía muchos años (cuando su nombre ni siquiera llevaba el complemento de Ciudad) se había establecido la Fiesta del Arriero en reconocimiento al esfuerzo de ese emblemático recorredor de trochas que, surcando caminos imposibles, había traído el desarrollo económico al pueblo, pero olvidaron que ese desarrollo llegó a lomo de mula (incluso de buey en algunos casos) y que mula y arriero eran un sólo equipo – ¿Te acordás de eso, hombe Linda? – preguntó luego Sócrates en tono solemne y reflexivo.
¡Claro que lo recordaba!, y Sócrates lo veía en sus ojos. – ¿Cómo olvidar esa idea tan inteligente de parte nuestra? – comentó Linda. – Y ahora ¿en qué estás pensando? – preguntó Sócrates. – Ponele pues cuidado a lo que le voy a decir, hombe Sócrates – dijo su amiga con la mirada puesta en el caserío de San Gregorio, que en las penumbras del atardecer semejaba un pequeño enjambre de luciérnagas estáticas que se aprestan a recibir las sombras de la noche. – ¿Te das cuenta de que ese pequeño pueblo y sus veredas es el universo en el que viven las mujeres, los hombres, las niñas y los niños en cuyas manos quedó depositado el Festival de la mula y el café? Allí está Luz Adiela Guerra, quien, siendo concejala, intuyó en su corazón la existencia de nuestro mensaje y con su persistencia logró que todos los integrantes del Concejo Municipal lo comprendiesen igualmente, para terminar, finalmente, reparando el injusto olvido de los creadores de La fiesta del arriero. Están los concejales Ana Sofía Arteaga, Fray Castro, más un numeroso grupo de personas en las que se encuentran representadas las autoridades de Ciudad Bolívar; están Porfirio Vargas con los otros representantes de las juntas de acción comunal y demás líderes del corregimiento; está el colegio con sus estudiantes y profesores, el sacerdote de la parroquia, los policías y hasta los sangregorianos que viven en otras tierras, pero cuyos corazones permanecen allí. ¿Sabés lo que eso significa, hombe Sócrates? – .
En las palabras de Linda, Sócrates no sólo adivinó un profundo sentimiento de satisfacción por el trabajo hecho, sino que con estas una luz se le encendió en su interior para comprender que, más allá de ser un acto de reparación de una injusticia o una excusa para disfrutar de unos días de jolgorio y alegría, el Festival de la mula y el café es una especie de portal de acceso hacia un universo de posibilidades infinitas, y así se lo hizo notar a su amiga. – No te entiendo – dijo Linda en tono dubitativo. – ¿qué es eso de un portal? – Ponele cuidado hombe Linda a lo que voy a decir – Respondió Sócrates. El tono de su voz era ceremonioso, casi solemne: –portal significa paso hacia una nueva dimensión y, para el caso de nuestros hermanos de San Gregorio, una oportunidad para encontrar nuevos caminos de crecimiento y de desarrollo cultural y económico, si es que actúan, no como fichas sueltas dentro de un caótico juego que no va a ninguna parte, sino como piezas de un rompecabezas, en el que cada una de ellas y dentro de sus posibilidades es clave y fundamental –.
No obstante, en los ojos de Linda Sócrates adivinó un cierto amago de escepticismo, cuya razón de ser entendió perfectamente. Él sabía que lograr los niveles de transformación mental necesarios para estar a la altura de estos desafíos no es cosa fácil, pero también sabía que una de las características más importantes de los hermanos humanos es la de tener la capacidad para dar esos saltos, derribando prejuicios y barreras mentales. En su opinión, ya existían antecedentes de trabajos emanados de la comunidad, con los que se demuestra que eso es posible; el último de los cuales, y aunque parezca algo muy modesto, fue el reconocimiento a la labor de Tulia Agudelo como enfermera. Porque, bien miradas las cosas, lo que se hizo con el nombre de la señorita Tulia no fue más que el resultado de un deseo latente y general de toda la comunidad (vecinos que la conocieron, manejadores de redes sociales, escritores como Álvaro Fernández) que, aunque no siempre lo decían abiertamente, eran la muestra de un clamor por el reconocimiento que en vida no se le había hecho; en cierta forma, fue un acto de justicia que, gracias al Concejo Municipal y por iniciativa de los concejales Sofía Arteaga y Fray Castro, quedó oficializado en el Acuerdo No. 18 de 2024, para quedar formalmente consagrado con la colocación de la placa con el nombre de Tulia Agudelo en la calle donde ella vivió, trabajó y murió, en un acto que se llevará a cabo dentro del marco del próximo Festival de la mula y el café. Pero ha habido otros trabajos comunitarios en el pasado y de los que Sócrates sólo mencionó el que fuera la Colonia de San Gregorio, que funcionó bajo el liderazgo de Róguell Sánchez, que lo único que tuvo de malo fue no haber mantenido la continuidad. – Como podés ver, hombe Linda – remató Sócrates, el trabajo en equipo sí es posible, no importa el tamaño del proyecto. Ambos sabemos que este es el mensaje fundamental que aporta el festival que cada año celebran nuestros hermanos de San Gregorio y en el que vos sos la figura central y a través del cual seguís trabajando por esta comunidad –.
Portada: La mula el arriero y el café. Pintura de Álvaro Fernández.