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Por Nicolás Antonio Vásquez López
Cronista

Creo que todos hemos visto la extraordinaria intuición de los animales para predecir desastres. Entre ellos, las aves comprueban un finísimo barómetro. Escapan de la tragedia minutos antes de que suceda. Las bandadas sueltan el vuelo alerta, agoreras, sofocadas por la temeraria huida. Los pajaritos tocan mi ventana, piqueteando el vidrio, pedido de un plátano o un banano pintón para comer. El cebadero mantiene una excelsa variedad de plumajes, picos, patrones, cantos, poses y cagajón de rila. Azulejos, palmeros, silguitas, carpinteros, tangaras, siriríes. De a dos, de a tres, de a cuatro, avorazadas, dejan limpia la cáscara y sucio el cebadero. A veces los azulejos palmeros eligen cómodamente las matas abultadas de amplio follaje para construir el nido. La primera vez dejé esa pareja emplumada que calentara los huevitos; la segunda, viendo cómo quedó la pared empañetada de excremento, los desterré. Uno de tantos pájaros es sumamente ruidoso; me levanta, con un grito metálico, agudo… Presenta descargos porque la mesa aún no está puesta. Son fanáticos de los horarios, relojes suizos voladores. El bichofué gritón.

Abajo, en el vecindario de los gatos esperan las tropelías aéreas de unos pobres diablos; si se precipitan lo suficiente, les propinan un zarpazo letal. Ese bichofué estridente parece coincidir con el panorama siniestro del pueblo, desgajado, poco a poco desvaído en una colcha de retazos. ¡La operación Bichofué! Se fue, nos fuimos, la casa se nos cayó encima, las paredes crujieron y las calles palidecieron en un hormigón quebradizo. En la zona baja de Amagá se escuchan pajarracos prometiendo prosperidad, árido discurso, ya sabido, requeteaprendido. La maquinaria amarilla o naranja hace las veces de pajarito destructor. Los gritos no son cosa de pájaros; hace rato aquellas lamentaciones se escuchan en el seno de las familias amagaseñas. Atrabancadas en la incertidumbre de huir junto a las bandadas de aves. Cuando un bichofué grita… Los corazones del barrio se agitan… Es extraordinaria la intuición de los animales para predecir desastres.

El nido, 7 de junio de 2025.

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