Año tras año, a propósito de las celebraciones de Navidad se retoman campañas solidarias en todo el mundo, organizaciones de artistas, políticos, deportistas y empresarios recorren las zonas más pobres para dejar regalos, compartir una noche buena y generar sonrisas en los niños y niñas, que al plasmarlas en selfies se llenan de “me gusta” en las redes sociales en internet; mucha gente también lo hace. Sin duda, es un acto estimable y se logra llevar alegría a muchas familias, pero la obra social casi siempre queda a mitad de camino, si la verdadera intención es mejorar este mundo lleno de injusticias.
A practicar la solidaridad invitan la mayoría de los mensajes navideños, a colaborar con las causas sociales es nuestra invitación. Y es que existe una diferencia entre ambas acciones, fácil de comprender revisando su significado:
-Solidaridad: adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros. (Real Academia Española)
-Colaborar: trabajar con otra u otras personas en la realización de una obra. (Real Academia Española)
La diferencia está en la condición circunstancial de la solidaridad que la reduce a una situación ocasional, de momento, de épocas, de tendencias; mientras que colaborar implica realizar una obra completa, terminada.
Un ejemplo claro de solidaridad es cuando ocurre una catástrofe; los medios, las acciones humanitarias y toda la atención se vuelca, pero meses después, no nos preguntamos por ejemplo, qué pasó con las personas que perdieron todo en el terremoto de Haití, si pudieron o no superar ese episodio traumático. Así mismo, por seguir la tendencia llegamos a los programas de donaciones en diciembre pero no regresamos para saber cómo están esas personas que ayudamos.
Esta Navidad llevemos regalos y sintamos la satisfacción de las sonrisas; pero en lugar de muchos, podemos sorprender a una sola persona con un detalle que no espere y por esta vez, prometer que vamos a regresar en febrero para saber si ese niño o niña fue a la escuela, si se puede alimentar bien, si su salud es óptima o si tal vez tenga un talento para el arte o el deporte que por razones económicas no puede realizar; extendamos la solidaridad a las demás épocas del año, regresemos para apoyar, escuchar y acompañar.
Colaborar es terminar la obra, que sabemos no se logra de inmediato, pero que con el tiempo puede prolongar esas sonrisas y dejar huella en la vida de las personas que decidimos ayudar, para hacerlo no hay que buscar un barrio de extrema pobreza, podemos comprometernos con nuestros familiares, vecinos o cercanos; tampoco se trata exclusivamente de dar dinero o cosas materiales, mucha gente agradecerá tu compañía.
Colaborar también nos acerca, su definición indica trabajar con más personas y estas alianzas afianzan vínculos; en 2011 Roger Federer y Rafael Nadal dejaron por un momento su fuerte rivalidad de lado para jugar un partido a favor de la infancia, ese hecho los acercó, siguieron trabajando por sus fundaciones, tanto que se desvaneció la rivalidad entre los dos primeros del tenis mundial que en septiembre de este año compitieron por primera vez juntos conformando una pareja de dobles.
Para acercarnos y hacer verdaderas obras sociales que nos llenen de felicidad, hagamos que nuestra generosidad en esta Navidad que se aproxima sea más que una tendencia.