El legado de Álbaro con «b»

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Febrero de 2011. El destino había jugado sus cartas y me deparaba explorar una nueva faceta en materia laboral al mando de las comunicaciones de la que era llamada como todavía hoy muchos la conocen, Cooperativa de Caficultores de Andes.

Las opciones contractuales posibilitaban el aprovechamiento del tiempo libre en otras dinámicas que por fortuna y tras recomendación de mi amigo Walter Vallejo, director de Transmisora Surandes, me llevaron a engrosar las filas del programa radial Aló EPM, como corresponsal en Andes, Jardín, Betania e Hispania; un proyecto naciente en el Suroeste gracias a la gestión de Álbaro Valencia Cano; hombre de gruesa contextura, tez trigueña y una jovial voz que hacía curioso e interesante su discurso.

Ya le había conocido antes, cuando en la Universidad de Antioquia se llevó a cabo el diplomado en Comunicaciones para periodistas de las regiones en 2006.

En cada encuentro Álbaro repartía El Amagaseño, no sin antes conminarnos no solo a escribir para el mencionado periódico, sino a fundar medios impresos en nuestras respectivas localidades. Confieso que me reuní un par de veces con otros dos comunicadores para sacar avante dichaidea, pero las ocupaciones de esos tiempos -la mayoría “invertidas” en pasar el rato con la novia (hoy mi esposa)- me llevaron a olvidar dicha invitación.

De vuelta en 2011 recuerdo el afán de Álbaro hablándome de lo significativo que era ser parte de Aló EPM, generando con su siempre persuasivo y bonachón estilo al hablar un anhelo innegable por ingresar a ser parte de la red de corresponsales de Aló EPM. Y arrancamos… con tropiezos, ajustes, precisiones, mejor dicho, ‘atando cargas en el camino’, hasta que logramos encarrilarnos.

Álbaro siempre llevaba la batuta, disponiéndolo todo para que el grupo de corresponsales no solo estuviera capacitado sino para que fuera el mejor de toda la Estrategia Radial Grupo EPM y mantuviera su nivel. Su amplia experiencia en el medio se convirtió en un reto para plantear novedosas dinámicas y atractivos temas que se reflejaron en una audiencia cada vez más amplia y con encuentros de oyentes desbordados de gente y alegría.

Ya en 2014 Álbaro la ‘sacó del estadio’ con quien hoy en su honor escribe. Me llamó para que fungiera como subdirector de la Estrategia Radial para el Suroeste; en otras palabras, me dio la confianza para que cogiera las riendas del proyecto que él bien había posesionado durante tres años. Reto que con mil sustos acepté, en parte, porque tengo infundada una consigna en lo más profundo de mi psiquis que me lleva a no decir queno a lo que veo como un reto, pero sobre todo porque ¿Quién le decía que no al papá del periodismo comunitario en el Suroeste? Eso equivaldría a desobedecer una orden marcial.

Fue pues el 2014 el año en el que más cercanía tuve con el hombre. Fue el año de las reuniones, los consejos de redacción, los encuentros periodísticos, las charlas de pasillo, las decisiones difíciles, pero sobre todo el año en que tuve la oportunidad de aprender de él un sinnúmero de cualidades y destrezas para crear y desarrollar ideas o inclusive afrontar cualquier vicisitud siempre con una sonrisa y un tono conciliador que le daba esperanza hasta el más desahuciado.

Ni durante ese año de cercanía, tampoco antes o después, llegué a ser testigo de una mala palabra, un insulto o si quiera una expresión airada de Álbaro Valencia Cano. Y es justo eso lo que hoy más recuerdo. Obviamente su legado y su trabajo en pro de un periodismo regional socialmente responsable, son aspectos que hoy tejen el legado de quienes desde provincia trabajamos en lo que García Márquez describió como “el mejor oficio del mundo”, pero identificar serenidad y paciencia en una persona como Álbaro, cuyo nivel de ocupación era el máximo, es definitivamente un rasgo de personalidad del que muchos podemos aprender.

La última vez que conversé con él fue precisamente en la reunión de planeación de Aló EPM el miércoles 27 de enero de 2016. Se alegró cuando le compartí que volvía al mundo laboral con la Universidad de Antioquia. “Qué bien hombre, ahí sí es que vamos a hacer más cosas en pro de la formación para los colectivos de periodistas que tenemos… y pilas pues para que fortalezcamos la presencia de SURCOM allá en la zona del San Juan”, me dijo con su siempre halo de optimismo, a lo que respondí afirmativamente con la misma tónica y el habitual hasta luego de cualquier encuentro cuando termina, no sabiendo ni él ni yo que la fecha de ese luego no iba a poder ser la que al final de la reunión habíamos acordado.

Hoy me queda más que un grato recuerdo de quien sin duda fue un avezado maestro del periodismo y la participación comunitaria a través de las comunicaciones. De hecho la tarea nos queda a todos los que de una u otra forma trabajamos con este ilustre periodista, y es darle continuidad a esa lucha por garantizar el derecho a la información con total calidad y ojalá siempre con esa serenidad y buena actitud que caracterizó a Álbaro de J. Valencia Cano.

 

 

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