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Don Hernando de Jesús Vásquez Toro, más conocido como don Nando, es un comerciante reconocido en el municipio de Fredonia. Su tienda, ubicada en el marco de la plaza, lleva décadas siendo mucho más que un lugar de compras: es un punto de encuentro, conversación, música y alegría. Se venden productos de la canasta familiar, también se fía, se ayuda al que necesita y se respeta la palabra. La base del comercio es la confianza. La palabra empeñada todavía vale, afirma con orgullo.

Desde niño, don Nando conoció el sabor del trabajo. “Nos levantábamos temprano en la finca, y si se podía, se iba al pueblo a vender alguna cosa”. Su infancia transcurrió en la vereda Naranjal Poblanco, en medio del río Poblanco, cafetales, plataneras y muchos juegos. Éramos pobres, pero teníamos dignidad, y nunca nos faltó comida, dice al recordar a sus padres, Cecilio Vázquez y Maruja Toro.

Don Nando toda la vida ha sido comerciante. Comenzó como distribuidor de productos en la región, trabajando con empresas como Postobón, Coca-Cola y Bavaria. “Conocía cada vereda, cada tienda, cada necesidad. Cargaba, descargaba, negociaba y cumplía con el deber”, nos cuenta. Fue pionero en la distribución local y aprendió que ser comerciante va más allá de vender:Hay que tener sentido social, saber escuchar y ser justo con el cliente”.

En 1972, decidió independizarse de su socio, el señor Guillermo Vélez. “Nos separamos porque queríamos trabajar por aparte. Además, el negocio no daba lo suficiente para los dos”. En aquel entonces, la tienda era mucho más grande y estaba ubicada en una esquina del pueblo, cerca de la flota de transporte, donde hoy funciona la central de carnes.

Además del comercio, don Nando ha ocupado espacios políticos como el Concejo Municipal de Fredonia. Su motivación siempre fue representar a quienes madrugan a trabajar: el campesino, el obrero, el comerciante. También fue miembro del Comité de Cafeteros en representación de los caficultores. 

Para muchos, su tienda es simplemente un negocio; para don Nando, es un rincón sagrado donde la amistad y la memoria se conservan. “Ya no se vende como antes cuando no había tantas tiendas ni supermercados, ahora hay más de diez tiendas”. La tienda de don Nando de lunes a viernes es tienda, pero los fines de semana, a partir de las cuatro de la tarde, se convierte en una fiesta: “uno trae a la novia, el otro a la señora, aquí gozamos y tomamos aguardiente”.

Hace unos 12 años nació la Asociación de Viejitos Chéveres de Fredonia, Asoviche, un grupo de amigos que se reúne en la tienda de don Nando a compartir anécdotas, música y buen humor. Aunque las parrandas vienen de tiempo atrás, fue entonces cuando decidieron darle un nombre a la alegría. Incluso apareció una “disidencia” llamada Los de Siempre, fundada por el doctor Jorge Mario Ortiz, rector de la Universidad de Medellín, quien llegó un día diciendo “no vine a tomar aguardiente” y terminó en la fiesta. Desde entonces, es uno de los integrantes de Asoviche.

Entre las historias más recordadas está la de Aníbal Moreno, gran amigo de don Nando. Un día don Nando empezó a sufrir de Flebitis. “Cómo le parece que Aníbal me recomendaba qué pastilla tomar, y yo le decía que no, entonces me preguntó ¿Nando será que usted tiene azúcar en la sangre?, entonces le dije ¡No mijo, no tengo en la tienda, menos voy a tener en la sangre! Eso fue mundial, todo el mundo me llamaba y hasta hoy se acuerdan”.

Don Nando está casado con María Ulises Maldonado, con quien tiene tres hijos: Sergio Andrés, Iván Darío y Esteban. “Dos trabajan en Medellín, y el otro en Altamira. Cuando pueden, vienen y me ayudan. Ellos crecieron aquí, como todos mis hermanos. Todos pasaron por esta tienda”, dice. Su mayor logro, asegura, ha sido la educación de sus hijos: “Los tres terminaron el bachillerato y se hicieron profesionales. 

Cuando le preguntamos qué es lo que más valora de su pueblo, no duda: “la gente. Aquí uno ve a alguien desubicado, y cualquiera le ayuda. En otros pueblos no es así. Fredonia todavía conserva esa calidez”.

Pero también lamenta lo que el pueblo ha perdido: “aquí se fue el Banco Agrario, el Distrito Educativo, el Militar… instituciones clave. Eso ha afectado mucho el movimiento del pueblo. Si pudiera cambiar algo, sería traer de vuelta todas esas instituciones”.

Don Nando recuerda también los domingos de antes: “llegaban chivas llenas de gente, de café, plátano y yuca. Venían de todas las veredas: Palenque, Túnez, Puente Iglesias. Era un movimiento tremendo. Hoy, hasta la yuca la traen de Medellín”.

Hoy, don Nando sigue siendo comerciante, amigo, papá y alma de un rincón que late en el corazón de Fredonia. Desde su tienda mantiene viva la memoria del pueblo, de sus caminos, sus costumbres y su gente.

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