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En ocasiones, cuando Laura Ospina visita Jericó, el municipio donde creció, se sienta en el parque principal con una libreta en mano y la cartuchera con los 24 lápices que tiene y se pone a retratar a las personas que allí ve. Dibuja al hombre que lee el periódico, la mujer que camina por el parque o la niña que alimenta las palomas. Ella se acomoda, los observa y toma nota con sus trazos de lo que ve.

Esta ilustradora y periodista de 25 años demuestra que sí es posible vivir de una pasión como lo es el dibujo. En el momento, trabaja para Jacom, revista cultural del Suroeste, también está ilustrando un libro sobre el conflicto armado colombiano y trabajando en un especial multimedia.

A la pregunta de cómo ve el camino de este arte en la región, Laura se acomoda un mechón de pelo que se le escapa del nudo del cabello que sostiene con un lápiz, y afirma que percibe un crecimiento cultural muy interesante, especialmente en Jericó, donde se crió.

“Ya tenemos un lugar que se llama el Bomarzo, que es como un centro cultural y a la vez residencia artística muy interesante; además del museo el MAJA que ha organizado exposiciones de artistas como Andy Warhol, Beatriz González y Luis Caballero donde antes no las veíamos”, comenta.

Igual que ella, son muchos los jóvenes que están mostrando interés en este tipo de expresiones artísticas. De hecho, sus dos hermanos también dibujan. Su hermano es un estudiante de ingeniería de petróleo que desde los 7 años ha dibujado máquinas que se ha inventado y su hermana una estudiante de biología que trabaja la ilustración científica en acuarelas.

Por su parte, Laura prefiere trabajar el grafito y el carboncillo con un estilo que se conoce como dibujo al natural. Es decir, esbozar personas, animales o espacios a mano alzada mientras los está observando. “Por eso yo siento que el dibujo a mí me ha vuelto una persona más observadora y más calmada. El trazo es una forma de poner atención”, resalta.

Un ejercicio que empezó por casualidad en sus últimos años de colegio, cuando un ilustrador irlandés llamado Edward Duignan, tomó el vuelo equivocado y terminó aterrizando en Medellín, lugar donde se enamoró de una mujer jericoana. Detrás de su amor, encontró también a Laura, una pupila que aprendió, con solo cinco clases, que el dibujo se logra aprender si alguien se propone a practicarlo.

Así comenzó y así permanece. Hoy en día, ella dibuja alrededor de seis horas diarias perfeccionando las líneas negras que han marcado su estilo. Eso sí, sin tomar mucho café, pues este le hace temblar sus manos.

Un estilo que le ha permitido comulgar dos de sus pasiones: el dibujo y el periodismo. “La imagen me permite crear metáforas visuales y ahí es donde encuentro todo su poder. Aunque yo compongo a partir de lo que veo, como haría una fotografía, la ilustración puede ir más allá porque permite una intervención mayor y nos da la oportunidad de juntar más información”, afirma.

Llegar a este punto le ha tomado horas de trabajo e incontables libretas rayadas. Es más, admite que tiene una obsesión por estos pequeños cuadernos que tiene coleccionados en una biblioteca en su casa y siempre carga un par en su morral. “Estoy intentando ser más organizada con las libretas, que sean para cosas diferentes, porque a veces hay una con ilustraciones y de repente tiene una lista de mercado en la mitad”, cuenta mientras pasa las páginas de una agendita donde está realizando un diccionario ilustrado.

De esta forma pasan sus días, entre dibujar por dinero y dibujar por amor. En mente tiene un proyecto relacionado con el Suroeste, en el que quiere organizar una recopilación de ilustraciones de ventanas de Jericó y otros municipios. “Esto es un reto para mí, porque dibujar las líneas rectas de la arquitectura me cuestan bastante, pero es algo que quiero hacer”, concluye al volver a guardar la agendita negra.

Si quiere conocer más ilustraciones de Laura, visite su cuenta en Instagram: https://www.instagram.com/lauraospinamontoya/

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