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Entre los límites de Fredonia y Tarso viven alrededor de 20 personas a orillas del río Cauca. Solo hay dos formas de llegar: caminando cuatro horas por la montaña o cruzando el río en canoa en un recorrido de 15 minutos.

(Carlos Enrique Bernal es un hombre que a sus 84 años aún posee la fortaleza suficiente para salir ocasionalmente de su casa. A simple vista suena muy fácil, pero en este caso, Carlos debe atravesar el rio Cauca, escalar pendientes y cruzar vallas para llegar a su destino. Realizar este trayecto resulta toda una travesía.)

Carlos Enrique Bernal vuelde de visitar al médico,le duele la espalda. Le espera el camino de vuelta a casa; al otro lado del río Cauca, cerca de las ruinas del paradero San José del Ferrocarril de Amagá. Mira a ambos lados para darse cuenta de que no vienen más carros. Cruza la carretera, abre una reja cerrada sin candado, y camina rumbo al río Cauca por 10 minutos. Se agacha y recoge un palo que le sirve de bastón, le quita las ramas y continúa.

Se baja del bus en la vía que va de Bolombolo hacia La Pintada. Viene de visitar. Llega a la orilla y se las arregla para pasar. Lanza su bastón improvisado por encima de un alambrado, inclina su cadera y apoya sus temblorosas manos en una piedra. Pasa por debajo y vuelve a pararse. Se sacude y sigue adelante.

“Yo ya no tengo fuerzas para remar, de lo contrario seguro que lo haría”

Espera y descansa. “Yo ya no tengo fuerzas para remar, de lo contrario seguro que lo haría”, dice. ¿A quién espera? A cualquiera de sus nietos hasta por tres horas. Hay canoas para pasar, cuenta que en su comunidad hay cuatro canoas, el problema es que no tiene
cómo contar que ya llegó.

Después de una hora aparece su nieto. Daniel de 12 años de edad cruza el río en cinco minutos sin derramar una gota de sudor, deja a su abuelo en la orilla y amarra su canoa de un árbol cercano.

“Falta poco para llegar”, comenta mientras sube una pendiente       Sigue caminando, hace una pausa para mirar atrás:                        aferrado a algunas raíces.                                                          “He permanecido aquí desde que el ferrocarril dejó de existir.                                                                                                           Antes había personas que se quedaron después del ferrocarril,                                                                                                       Pero con el tiempo todos se fueron yendo, menos yo”.
    Se sienta y se quita los zapatos. Vive solo con su perro. Carlos Enrique Bernal fue obrero, limpiaba las malezas de las vías del               ferrocarril, ayudaba a descargar y a cargar los vagones. Vive a 15 metros de las orillas del río Cauca.

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