Homenaje a un símbolo de servicio llamado Tulia Agudelo
Cuento leyenda
Al San Gregorio de esta historia, ha llegado la noche. Una noche tachonada de millones de estrellas, presidida por la luna en el cenit de su plenilunio. Son ya las 12 y las almas de sus habitantes se han entregado a un sueño reparador, atendiendo el llamado al descanso que hace la naturaleza, necesario para recuperar las fuerzas que habrán de necesitar a fin de poder afrontar al día siguiente los deberes que el destino les impone, en obediencia a un ciclo biológico que se repite indefinidamente. El silencio, casi sagrado, es roto solamente por el aullido lejano de un perro solitario que, extasiado, recita sus versos a la luna, y por el repetitivo y cadencioso llamado que emite el búho posado en las altas ramas de un piñón en el cercano cafetal. El panorama, visible levemente por una suave luminosidad y presidido por las cordilleras de los farallones, por un lado y, por el otro lado, por la puerta de entrada al Citará que es la pirámide natural de Cerro Tusa, extiende sus horizontes hasta las lejanas praderas situadas en el costado sur partiendo de la ribera opuesta del San Juan. Imposible hallar un lugar más hermoso e inspirador en cualquier otra parte del Universo.
De pronto, el estado sereno de esta noche inusual empieza a sufrir una transformación. Poco a poco, unas leves luminiscencias surgen de la nada, como extrañas luciérnagas que vagan al azar. ¿Qué son esos puntos luminosos? La respuesta aparece cuando estos empiezan a tomar formas que parecen muy familiares para nosotros. ¡Sí, son ellos y ellas! Son los espíritus de nuestros ancestros, los que hoy, convocados por la dinámica irresistible de la historia, han venido del más allá y se han congregado en torno al árbol emblemático de nuestro pueblo que se mantiene en pie en el corazón mismo de la plaza, en donde lo dejara plantado hace ya muchos años uno de estos mismos antepasados. ¿Qué estarán haciendo? ¿Qué extraña fuerza habrá traído a quienes, en nuestro lejano pasado, pusieron en marcha, con el trabajo de sus manos y la esperanza en sus corazones, este proyecto de vida llamado San Gregorio? ¿Habrán venido a presenciar lo que hemos hecho con el legado que un día nos dejaron? ¿Qué mensaje querrán transmitirnos con su inesperada presencia?
Entonces, una de estas fuentes luminosas se levanta sobre las demás, indicando, con un gesto claramente perceptible, que desea hablar. Increíblemente, en el estado de trance en el que nos encontramos quienes asistimos a esta experiencia maravillosa, sus palabras llegan a nuestros oídos clara y plenamente comprensibles. Pero, ¿quién es el que se dispone a hablar? ¡Oh, sí, se trata de Soto! Su alta estatura y la bondad de sus palabras lo delatan. Su voz se escucha con claridad:
Amigos y amigas, a quienes en nuestra pasada vida física nos unió el propósito de poner las bases de la comunidad del San Gregorio, en el que, impelidos por la acción del Dios que rige nuestra Conciencia Universal, nos reunimos hoy para decirles a nuestros descendientes, a quienes nos sucedieron en la tarea iniciada una vez por nosotros, que no los hemos dejado solos. Que, aunque nuestra presencia material haya desparecido, nuestro espíritu ha continuado siempre presente, acompañándolos en el diario vivir. Y decirles también que somos portadores de una petición muy especial, cargada de un profundo valor simbólico e inspirador, que consiste en hacer un acto de justo reconocimiento a la calidad humana y capacidad de entrega de la que en vida fuera la guardiana de la salud de todos nosotros por más de 40 años: a Tulia Agudelo. (Una diminuta luz se alza ahora sobre las demás y la figura de la “señorita Tulia” aparece plenamente reconocible, ante la mirada respetuosa y plena de cariño de parte de todos los espíritus presentes). La naturaleza de ese reconocimiento –continúa Soto, quien fuera uno de sus amigos más entrañables– es un asunto que dejamos a su iniciativa. No pedimos una acción que esté fuera del alcance de sus posibilidades, pero, eso sí, aspiramos a que sea algo que brote sinceramente de sus corazones y que se haga con la certeza de que, con ello, se está convirtiendo a la figura de esta mujer en un símbolo de amor y de servicio para las generaciones nuevas que han venido, y seguirán viniendo, después de nosotros.
San Gregorio. Esta calle, por fin, lleva oficialmente el nombre de Calle Tulia Agudelo. (Foto Facebook, Historia de San Gregorio).
La aurora anuncia la pronta aparición del sol de un nuevo día y las palabras de quien fuera nuestro arriero emblemático se hacen gradualmente inaudibles. También las luces de aquellos espíritus, ahora semejantes a pequeños cocuyos que se desvanecen en el aire, van desapareciendo paulatinamente.
Pocos años después de esta increíble visión, finalmente los habitantes de San Gregorio –muchos de los cuales fueron testigos de la vida y obra de esta enfermera– de la mano de los concejales Ana Sofía Arteaga y Fray Ángel Castro, lograron que el Concejo Municipal de Ciudad Bolívar, mediante Acuerdo No. 18 del año 2024, le rindiera a la señorita Tulia el homenaje solicitado por nuestros ancestros, al declarar que la calle principal del corregimiento, aquella en la cual trabajó por nuestra salud y en la que vivió durante más de 40 años, llevara su nombre. Así fue como esta vía adoptó oficialmente el nombre de CALLE TULIA AGUDELO.
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Por Rubén Darío González Zapata Nacido en la vereda La Lindaja Corregimiento Alfonso López (San Gregorio) - Ciudad Bolívar