La historia no contada
- Título: Conquistadores e indios. La historia no contada
- Autor: Carl Henrik Langebaek
- Naturaleza: Historia, tema de debate
- Editorial: Penguin Random House, Grupo Editorial
Tal vez uno de los valores más interesantes del libro Conquistadores e indios es el esfuerzo que hace el autor por ir poniendo su lupa sobre unos aspectos específicos de lo que fue el macro proceso de la españolización de América (conquista, colonización, culturización), que caracteriza con algún grado de detalle, aunque no siempre con la profundidad que uno quisiera; algo que, en lo que ha sido mi experiencia personal como lector, no había encontrado hasta el momento. Es, guardadas las proporciones y las diferencias, como cuando el científico en su laboratorio enfoca con el lente del microscopio un microorganismo para estudiarlo y descubre con asombro que ese infinitamente pequeño microbio es un ser que tiene patas, en cierta forma se mueve con voluntad propia, pero al mismo tiempo es un elemento viviente que ocupa un espacio en la inmensidad del Universo del que forma parte, sin cuya presencia tal vez ninguno de nosotros, inclusive nuestro planeta mismo como lo conocemos, podría existir. Con un enfoque como ese, Carl H. Langebaek nos va llevando de la mano por cada uno de los compartimentos de lo que, sin duda, fue uno de los acontecimientos más trascendentales que ha experimentado la especie humana a lo largo de toda su historia: el descubrimiento de América, con todas las consecuencias que de ello se derivaron.
Uno de los compartimentos de esta historia tiene que ver con lo que el autor denomina las huestes conquistadoras y la sociedad de donde provienen, (la sociedad española). Los huestes fueron el aparato militar y de avanzada que actuaba mediante expediciones debidamente organizadas y financiadas generalmente por empresarios del comercio, del que se valió España para someter por la fuerza y en primera instancia, casi siempre de una forma despiadada, a las poblaciones indígenas del continente recién descubierto. Es lo que se llamó la etapa de la conquista, que va según los historiadores, hasta mediados del siglo XVI. Estas avanzadas militares, sobre las que el autor hace una detallada descripción, estaban compuestas por hombres cuya motivación fundamental era el oro, el tan anhelado y legendario dorado, pero que incluían otros objetivos como la captura de indígenas para su uso como esclavos y la obtención de mujeres como parte de botín de guerra. Fue el trabajo sucio del proceso de la culturización española, realizado por individuos generalmente de baja estofa (con sus excepciones), residuos de excombatientes de guerras que España había sostenido contra los moros u otros reinos de Europa, o aventureros que aspiraban llegar a América a enriquecerse y regresar de nuevo a su país a disfrutar de los bienes habidos. Con frecuencia, de esas expediciones salía la fundación de ciudades, como sucedió con Bogotá, que fue el resultado de la expedición de Gonzalo Jiménez de Quesada, que luego coincidió con las de Jorge Robledo y Nicolás Federmán. De acuerdo con lo expuesto por Langebaek, con el tiempo estos conquistadores terminaron siendo muy mal vistos por la gente de bien en la sociedad española, que los consideraba algo así como nuevos ricos sin hidalguía y nobleza, que acumularon riquezas mediante un trabajo inhumano.
Esta etapa del proceso de la españolización de América por parte de la Corona Española es muy interesante, porque fue la que marcó el imaginario del español despiadado, ávido de oro y destructor de las culturas indígenas a nombre de unos principios raciales y religiosos que para la sociedad de los siglos XX y XXI resultan inadmisibles, inclusive tan odiosos.
El otro compartimento, lo que podríamos llamar la otra cara la de la moneda, corresponde a los pueblos indígenas, los habitantes originales que encontraron los españoles cuando llegaron a América. Debo confesar, sin embargo, que, con respecto a la caracterización de los indígenas que hace aquí el autor, yo esperaba un trabajo más amplio. De hecho, la caracterización que hace Langebaek de los habitantes del Nuevo Mundo queda reducida a unos cuantos rasgos que salieron a relucir como resultado de la interacción con los europeos, lo que, al menos por la forma como están expuestos en el libro, son una descripción muy pobre de la naturaleza y esencia de esa parte de la especie humana totalmente desconocida hasta ese momento. En efecto, aquí todo queda reducido a aspectos como el uso de las canoas como medio de transporte entre las islas del Mar Caribe y el continente, el estatus que la posesión de esos medios de transporte daba entre los indios y la manera como los españoles se beneficiaron de ello; a la forma ingenua (inclusive estúpida a los ojos de los españoles) como los indios entregaban el oro e, inclusive, sus mujeres) a cambio de baratijas y hachas de hierro y, más increíble aún, la manera cómo ellos mismos terminaron cooperando con las huestes militares para someter a otras tribus. Es evidente que detrás de estos comportamientos hay toda una filosofía de vida, una cosmovisión y unas escalas de valores que el libro no aborda, por lo menos de una forma amplia y sistemática y que habrá que buscar en otras obras que seguramente abocan este tema con una mayor profundidad.
En conclusión, la certeza que le queda al lector después de llegar a estas alturas del libro, es que el descubrimiento de América fue para España una inmensa lotería, para cuyo manejo no tenía nada preparado, ni mucho menos disponía de un proyecto de sociedad racionalmente construido; así que no tuvo más remedio que ir aprendiendo sobre la marcha con la metodología de ensayo y error. De ahí salimos nosotros, con toda la carga de debilidades que nos caracterizan, pero también con unos enormes retos que tenemos en nuestras manos, si es que miramos este pasado nuestro como una gran escuela de aprendizaje.
*Ilustración tomada del libro Conquistadores e indios.
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Por Rubén Darío González Zapata Nacido en la vereda La Lindaja Corregimiento Alfonso López (San Gregorio)