
El día arrasaba su cotidianeidad de pueblo marchito. Por estos días el cielo desfonda su furia en aguaceros diluvianos; esos que sólo caen en Antioquia. Aguaceros de indiferencia ¡Esos que sólo caen en Amaranto! Caminando, vagamundo, anduve por Calle Larga, la única calle real de Amaranto. ¡Por ahí! De soslayo, utilizando el rabillo del ojo, vi lo que vi, con el agua hasta la pepa: los manguitos inundados, apretados en la vitrina estrecha de una carreta destartalada, enmohecida por tantos aguaceros, descobalada por la carga de los años. En los intersticios del maderamen y la cabina de acrílico, puestecita con devoción, la novena del Señor de los Milagros bugueño… Del cielo cae agua bendita, ¡bendita agua!, mojando la laminita del misericordioso. ¡Mango criollo! ¡Mango biche! Sal y limón ¡Salive!, Salive, querido lector.
La habilidad de don Rafael Ardila para pelar mangos es digna de 35 años rebanando cáscara y pulpa en la esquina de Gilberto Orozco, esquina comercial; David y Goliat: comercio leonino, tan grandote el abarrote, tan diminuto el carretín. Él es oriundo de Salgar, otro terruño de salvajes aguaceros. Mientras le preguntaba, me sonrió con encía pelada, estatura de gnomo, ojos vidriosos, manos labrantías, piel tostada de brisa, voz afable en monosílabo verbo, ropaje amortecido, esmirriado. Dueño de una amabilidad lumínica. De la carreta se erige un sombrerón azul donde me escampé del sol, mi cartapacio humedecido de goterones; en dos páginas deleznables escribo en lista de mercado las preguntas: -“Yo vine para Amagá con mi hijo; dormíamos en la calle. Me trajo el patrón para trabajar en la ciudad de hierro; la rueda de Chicago”. Y se quedó prendido en tierra amarantina. Embrujo de Amaranto. Yo sí creo en embrujos, brujos y brujas, que lo diga Baba Vanga, nuestra ciega mística, pitonisa en la barranca. Retumba un grave sonido eléctrico: ¡Trueno advenedizo!, Rayo desfondador de chubascos… lluvia agorera; lluvia raponera de clientes. Maceraba el mango en mi boca… y escupía preguntas, a portas del castillo, las momias en el río del olvido. Se avecina un aguacero de limón y sal.
Rafael Ardila.
3 de mayo de 2025.