Había una vez, una familia conformada por nueve hermanos: el papá, don Amado de Jesús Henao Velásquez y la mamá doña Luzmila Pulgarín de los Ríos. Ellos vivían en un territorio montañoso en la peñuela perteneciente al centro poblado San Diego del municipio de Liborina, ubicado en el occidente del departamento de Antioquia. Este niño campesino, fue bautizado con el nombre de Carlos Adiel Henao Pulgarín y desde pequeño se distinguió por el trabajo en la finca de su padre: cogía café, desyerbaba los cafetales, arriaba ganado, enjalmaba y cargaba las bestias para llevar el mercado a su casa desde el pueblo y otros alimentos como el cuido, la melaza y la sal para los animales. Fue un niño con muchos valores, entre ellos la fraternidad, la amistad, el servicio el trabajo, la responsabilidad, la oración, el estudio, la hermandad y el liderazgo.
El tiempo fue transcurriendo y el niño fue creciendo, hasta el momento de llevarlo a la escuela con escasos siete años de edad. Aunque según la norma solo en la época de los 70, los niños eran recibidos de ocho años en adelante, él por ser un niño juicioso, inteligente y con ganas de aprender, la maestra Micaela lo recibió como asistente, demostrando excelentes resultados en la realización de sus trabajos en las áreas de matemáticas, y lenguaje. Todos los días caminaba para llegar al a escuela de los sauces, por entre los matorrales, quebradas, hierba, en días frescos, soleados o lluviosos.
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La escuela era una casucha vieja de bareque, relleno de barro y sujetado con alambre y cañabrava. Sus tejados de teja y sus pisos de tierra trajinados por el tiempo, y por el compromiso de su maestra para orientar y sacar adelante a los niños de la tan olvidada y lejana vereda del occidente Antiqueño.
Con el tiempo, esta escuela fue reconstruida, por una mejor; los padres de familia y los estudiantes colaboraron mucho y con el liderazgo de la maestra Micaela todo fue mejorando, para que los niños y sus familias tuvieran unos mejores ambientes de aprendizaje, entre ellos el niño Carlos que había sido acogido con mucho amor, tanto por su maestra como por sus compañeros de estudio.
Después, el niño se fue formando como un gran joven educado, donde le tocó cambiar de institución, porque pasó a bachillerato con honores y excelentes notas, lleno de virtudes en su proceso de formación. Sin embargo, allí duro muy poco el joven Carlitos, por la sencilla razón que el nuevo colegio se clausuró y le tocó irse a estudiar en el pueblo un tiempo. Luego pasó al liceo de San Diego, “San Francisco de Asís”, en el que se graduó como bachiller. El joven trabajador y campesino, fue saliendo adelante con su proyecto de vida, quiso adelantar sus estudios universitarios e irse a la ciudad a buscar otras oportunidades de progreso, sin dejar su legado campesino.
Entonces tomó la decisión de trabajar un año en la finca de su padre, para pensar realmente lo quería estudiar. Luego se marchó a la ciudad de Medellín, a realizar una licenciatura en Administración Educativa en la Universidad de San Buenaventura, donde estudió muy juicioso sin dejar de lado el campo. Los fines de semana iba y trabajaba en la finca de su padre y en la semana, después de estudiar, laboraba en un colegio particular, orientando el área de matemáticas.
Por ese tiempo concursó como directivo docente y fue nombrado para su tierra natal Liborina, específicamente para la institución Educativa de donde fue egresado, acompañado de sus maestros y de la comunidad educativa. Dicha institución obtuvo muchos cambios hasta ganarse incentivos por ser uno de los mejores Proyectos Educativos Institucionales (PEI) del país. Por aquella época de 1994 surgió la ley General de Educación, entonces el rector Carlos, como estímulo, fue trasladado para el IDEM Diversificado Victoriano Toro Echeverri, hoy Institución Educativa Escuela Normal Superior Amagá, donde él aceptó; primero, porque ya había sido “profeta en su propia tierra” y segundo porque este lugar estaba en mucha crisis por los grupos al margen de la ley, entonces decidió aceptar este gran reto y fue así como el 23 de Octubre de 1997, llegó a nuestra normal.
Al llegar a la normal, encontró una institución con muchas dificultades; una de ellas, la pérdida de identidad en la formación inicial de maestros y el descontento de una gran mayoría de docentes que allí se encontraban. Fue así que con la alianza de la administración municipal de la señora Elvia Torres de Acevedo, el concejo municipal, la Junta Municipal de Educación y otros actores de la comunidad educativa, decidieron hacer en la plaza pública, una manifestación pacífica de votación para la cual ganó la normal como patrimonio cultural y pedagógico del pueblo Amagaseño.
Durante casi 22 años de labores en la escuela normal, fue un directivo docente muy trabajador y estudioso. Le correspondieron los procesos de acreditación previa, de calidad y desarrollo y la verificación de las 13 condiciones básicas de calidad, donde el trabajo fue arduo, laborados todos los días de la semana; hora a hora, con los maestros, los estudiantes y los padres de familia para darle continuidad a la normal. Fue una lucha incansable con aspectos muy relevantes y otras complicadas, pero al final con grandes desafíos y victorias.
Mientras estuvo en la normal, contrajo matrimonio y educó a sus dos hijos Carlos Mario e Isabela, desde preescolar en la sede María Auxiliadora, y Victoriano Toro, apoyados en la misión y visión institucional. Como rector de la institución, agradecía cada vez por la gran colaboración en pro de la exigencia para con sus hijos como parte de la institución liderada por él.
En el mes de mayo de 2019, fue trasladado a la ciudad de la eterna primavera como rector de la Institución Educativa Normal Superior de Medellín, pero su labor fue muy corta en esta comunidad, ya que el 23 de Julio de 2022, a sus 58 años de edad, fallece por causa de una enfermedad, donde los médicos hicieron todo lo posible por salvarle la vida, sin embargo, fue imposible. Después de varias semanas de hospitalización, mejoró lentamente hasta el momento de despedirse de la vida aquí en la tierra. Son muchas sus enseñanzas; a la diestra de Dios padre está orando por su familia normalista a la que no solo sirvió como directivo docente, sino como amigo, orientador, colega, hermano, padre, creyente y todos los adjetivos que lo harán recordar.
Dios lo tenga en su eterna Gloria.
Cuento adaptado de Maestros contadores de historia. Relatos de vida 2008. Por Daniel de Jesús Granados Rivera. Maestro formador de la ENSA. Corrección y estilo: Alba Nelly Zapata Sánchez, docente del área de Lengua Castellana. Daniel de Jesús Granados Rivera, docente de la básica primaria.