Lección de un proyecto con estrella
Esta es la historia de un grupo de soñadores, trabajadores de una entidad oficial de Bogotá, que un día tuvieron la peregrina idea de crear una empresa de economía solidaria.
- Vencer los propios miedos
La cosa empezó así: allá, a finales de los años 70 del siglo pasado, acosados por la necesidad de encontrar caminos que permitieran salir del letargo en el que, resignadamente y durante mucho tiempo, habían mantenido encerradas sus esperanzas, estos soñadores decidieron buscarle a éstas una puerta de salida. Fueron momentos de duros debates; tiempos de intensas discusiones que tenían lugar en el foro de confrontación, pacífico, pero no menos intenso, del sindicalismo de aquellos años. Como resultado de esos debates, pronto empezaron a tomar conciencia de que sus metas tenían que ir más allá de las solas reivindicaciones laborales para mitigar unas necesidades de coyuntura; éstas tendrían que remontarse hacia una dimensión mucho más ambiciosa: aquella en la cual todos los empleados tendrían un instrumento para trazar la ruta que los convertiría en los dueños de su propio destino. Fue así como, poco a poco, muchas veces al calor de una empanada con tinto en la tienda de la esquina, una idea empezó a tomar forma en el horizonte: ese instrumento tendría que ser una empresa de economía solidaria.
Ya con esta convicción sembrada en sus mentes, el paso siguiente era cómo convertir la que, hasta ese momento, no era más que una idea bonita en un hecho concreto; un proyecto que era todo menos una tarea fácil; había que vencer muchos obstáculos y el más formidable de todos era el miedo. Miedo al fracaso; miedo a no poder vencer los prejuicios sobre creencias erróneas acerca de limitaciones mentales; miedo a no poder contar con la confianza de sus compañeros de trabajo que habían vivido ya le experiencia de un proyecto cooperativo fracasado en el pasado reciente; miedo a las limitaciones de sus recursos económicos y materiales; miedo al desafío que implicaba construir como trabajadores una empresa cuya magnitud dependería, en últimas, de la magnitud de sus propias fuerzas, esperanzas, determinación y anhelos. Porque construir, como ellos lo intuyeron en ese momento, una empresa de ahorro y crédito, era algo más que fabricar un modesto fondo para prestarse dinero mutuamente. Era algo mucho más ambicioso que implicaba trabajar en equipo, transformando las diferencias individuales que en otras circunstancias serían motivo de confrontación, en fuentes de crecimiento, con la certeza además de que se trataba de un proyecto cuyos frutos sólo se harían evidentes en el largo plazo, todo ello dentro de un marco legal trazado por un Estado que trataba al cooperativismo como un menor de edad, con una mirada no exenta de cierto paternalismo y dentro de un sistema capitalista construido sobre la base de que las empresas están hechas fundamentalmente para producir utilidades para sus inversionistas. ¿Tendría este grupo de emprendedores la capacidad para abrirse camino dentro de un medio tan poco favorable para darle vida a una Empresa Solidaria a la altura de sus expectativas? Era lo que estaba en juego en aquellos momentos.
- Buscando caminos
Una mirada retrospectiva al pasado en busca de las circunstancias y motivaciones que dieron origen al nacimiento de esta iniciativa, permite establecer que, como muchas otras organizaciones sociales, esta fue hija de las necesidades de la clase trabajadora y se gestó dentro de un contexto de lucha sindical. Algo que no es nada nuevo, ya que muchas de las organizaciones de economía solidaria creadas dentro de las empresas grandes y medianas, así como en entidades gubernamentales, son un resultado colateral, casi que necesario, del esfuerzo de la clase trabajadora por lograr reivindicaciones que permitieran mejorar su calidad de vida, al margen de otros logros que las organizaciones sindicales le fueron arrancando (si se nos permite la expresión) al Sistema, entendido éste como el complejo empresarial del sector privado y el aparato estatal.
El clima de búsqueda, incluso de confrontación obrero patronal, que vivía Colombia en el período que va de los años 30 a los 80 del siglo pasado (reflejado nítidamente en un pequeño libro denominado Sindistritales 50 años, un estudio histórico y socioeconómico del Distrito y sus trabajadores (Ediciones CEIS, Bogotá D.C., 1986), fue, por tanto, el ambiente dentro del cual se dieron los primeros pasos para el nacimiento del proyecto. Algo así como el caldo de cultivo donde echaron sus raíces las primeras simientes plantadas. Sin embargo, era necesario que se diera un paso fundamental. Este (el proyecto) tendría que tomar un camino propio, diferente al de unas reivindicaciones laborales de coyuntura. Ya no se trataba de arrancarle beneficios al Sistema –para decirlo con toda claridad–, sino de trabajar en la creación por sí mismos de esos beneficios dentro de las posibilidades que ofrecía el cooperativismo, a través del cual era posible construir una empresa que fuera más allá de la búsqueda de una determinada rentabilidad financiera. El objetivo era algo mucho más profundo: la rentabilidad social, entendida esta en el sentido más amplio y humano del concepto de servicio.
- Y el proyecto finalmente fue una realidad
Fue así que, como fruto de estas y muchas otras reflexiones, después de largos debates y muchas empanadas con tinto, los promotores del proyecto llegaron a la conclusión de que se encontraban, material y mentalmente, preparados para afrontar el reto y, ya con esa certidumbre, hace 46 años estos 26 trabajadores de aquella empresa distrital firmaron el acta de constitución con la que dieron nacimiento a la Empresa de Economía Solidaria con la que habían soñado, la que hoy cuenta con un número de asociados superior a los 10.600, posee activos por una suma superior a los 110.000 millones de pesos y camina, como una organización sólidamente constituida, hacia nuevos y ambiciosos horizontes. El destino se encargó de demostrarle a estos soñadores que un objetivo, por difícil que parezca, siempre será posible cuando se tienen la voluntad, la confianza y la persistencia suficientes para asumirlos. Les demostró que ese sueño sí se podía lograr. Los miedos habían sido derrotados y la estrella del éxito había empezado a brillar.
Foto de portada: bandera de la Alianza Cooperativa Internacional, que agrupa al cooperativismo mundial.
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Por Rubén Darío González Zapata Nacido en la vereda La Lindaja Corregimiento Alfonso López (San Gregorio) - Ciudad Bolívar