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Por Rubén Darío González Zapata
Nacido en la vereda La Lindaja
Corregimiento Alfonso López (San Gregorio)
Ciudad Bolívar

Comentario

 Ficha técnica:

Título:                   Lady Masacre

Autor:                  Mario Mendoza

Género:               Novela

Editorial:              Editorial Planeta S.A.

Edición:                Primera edición (Colombia), abril de 2023.

“Hay momentos de la vida en los que uno tiene la impresión de estar perdiendo el poco tiempo que le queda, de estar echándolo a la basura, pero, curiosamente, no se le ocurre nada mejor, no desea cambiar de vida, no quiere hacer grandes planes de recuperación, ni tiene ningún interés en convertirse en una versión mejorada de uno mismo. Sencillamente acepta su inferioridad y se queda quieto, aguantando. Así me sentía yo aquel 1 de julio del año 2008” 1.

De esta forma comienza hablando Frank Molina — el protagonista de esta novela –, un periodista de Bogotá que, debido a sus problemas psiquiátricos y de alcoholismo, después de perder su trabajo, un día quedó en la calle, a la deriva, y con una vida con la que no sabía que hacer: “… el cronista de judiciales que había ganado varios premios de periodismo, acababa de morir y el cadáver ya empezaba a pudrirse 2”. La lectura de este libro me ha resultado profundamente perturbadora, porque en ella el escritor Mario Mendoza me tomó de la mano y me introdujo en un mundo que percibía en gran medida como algo desconocido o, al menos, muy alejado de mí mismo, muy alejado de quienes nos preciamos de ser normales, de quienes creemos que abismos como los del alcoholismo, la locura (la bipolaridad en este caso) y otras formas de alienación mental o adicción, son parte de una realidad paralela a la que nos negamos a mirar de frente, en toda su dimensión, pero que, sin embargo, está ahí, más cerca de nosotros de lo que quisiéramos creer.

De manera simultánea y a lo largo de la narración, diversos personajes van emergiendo para conformar con el protagonista – quien es ahora un investigador privado — el conjunto de las fichas centrales del ajedrez dentro de cuyo tablero interactúan y se entrelazan, como partes de una tragedia impensada: el político cuya doble vida se mueve entre el mundo de las  apariencias de la gente de bien de una sociedad hipócrita y, por otro lado, en el de la corrupción, la politiquería, el crimen organizado y un amor furtivo que lo llevará finalmente a sellar su propia desgracia; la esposa del político, prisionera de las apariencias y del qué dirán, lo que la lleva, muy a su pesar y sin proponérselo, a convertirse en cómplice del asesinato de su esposo; el amigo del político — él también político – , amante secreto de su esposa e, igual que su amigo, comprometido con las redes invisibles de la parapolítica y la corrupción, pero que será el cabo suelto de cuya punta logrará asirse el investigador para esclarecer el caso; la hermana del político, quien, llevada por el cariño que sentía por su hermano, puso en marcha todo el andamiaje de esta historia al contratar al investigador privado recién desempacado para que desentrañara los misterios que se escondían detrás las causas del crimen e identificar al responsable. El círculo de estos personajes se cierra, de manera más inesperada aún, en la figura de una transgénero, cuyo oficio es el de la lucha libre femenina, quien encierra dentro de su voluptuoso cuerpo una carga de erotismo de enormes dimensiones ante la cual termina sucumbiendo el político, el cual, prendado hasta la locura, es incapaz de alejarse del calor que emana de ese foco mortal de luz, lo que lo llevará, igual que una mariposa nocturna, a morir abrasado por el fuego de ese amor enfermizo en el que los dos resultaron atrapados.

Paralelamente, otros dos personajes desempeñan un papel fundamental en la vida afectiva del investigador privado: la masajista, por quien sintió un amor sincero que le fue correspondido y el inquilino astrólogo, que le fue siempre leal. Gracias a ellos dos, el investigador pudo conservar el mínimo de cordura necesario, o recuperarla cuando en algún momento estuvo al borde del precipicio, y le permitió llevar la investigación del caso hasta el final para descubrir por último quién fue la autora (o autor) del asesinato del político y escuchar de labios de ese mismo personaje el porqué y el cómo de los hechos, en una larga conversación que lleva al lector a un clímax que lo deja sumido en un dramático cuestionamiento existencial. El nombre de ese personaje lo explica todo: Lady Masacre, la dama de la noche.

Todo libro contiene un mensaje que enriquece nuestra vida o que nos ayuda a comprenderla mejor.

Este libro ha sido para mí un viaje por esa otra realidad a la que el autor me ha conducido, tal vez porque sabe que quiero (o pretendo) ignorar su existencia; pero él sabe que debería sentir por ese mundo algún grado de responsabilidad por el solo hecho de ser humano. ¿Cuántas veces me habré cruzado en la vida con personajes que viven tragedias de las que no quiero dejarme impregnar, pero que, sin embargo, no puedo dejar de sentir que, de alguna manera, también me tocan, me atañen? ¿Cuántas veces yo mismo, tal vez sin ser consciente de ello, habré estado pisando el borde mismo de un precipicio agazapado en el interior de mí mismo y fui salvado por una persona que me ama, por un amigo incondicional o por una especia de ángel de la guarda que llegó a mi vida en el momento y en el sitio indicados? Es seguro que el autor intuye eso de mí y a través de su libro me está enviando una advertencia: la de que, por el solo hecho de haber venido a este mundo, en cualquier momento puedo resbalar y, como Frank Molina, querer echarlo todo a la basura y resignarme a mi propio desastre.

En otra novela, este mismo autor sigue recabando en esa realidad alterna, pero llevando las cosas a un nivel aún más crítico, casi insoportable: El relato de un asesino. De hecho, Lady Masacre y este otro título son capítulos sucesivos de una misma temática en la que Mario Mendoza dibuja el lado oscuro de la condición humana, un lado que debemos aprender a reconocer, no para dejarnos aprisionar de sus garras, sino para convertirlo en una fuente de aprendizaje que nos permita ser unos mejores seres humanos. Palabreando a Frank Molina, que nos permita ser una versión mejorada de cada uno de nosotros mismos.

Nota 1: Mendoza Mario, Pág. 15.

Nota 2: Ibídem

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Por Rubén Darío González Zapata
Nacido en la vereda La Lindaja
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