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Sección Grupo Puentes
Grupo Puentes: en este grupo de pensamiento participan personas diversas,
comprometidas con la paz, capaces de generar pronunciamientos 
y acciones en territorio.
Por Ana Catalina Reyes Cárdenas
Profesora Titular y Emérita Universidad Nacional de Colombia -Sede Medellín
Volveremos a llenar las calles con alegría
y dignidad para defender la educación”.

 

El movimiento estudiantil que vivió el país en 2018 rompió los esquemas y arquetipos de los movimientos estudiantiles y logró poner en la primera plana de la sociedad y de los medios de comunicación, durante casi tres meses, el problema de la educación superior. Logró al tiempo ganarse la empatía y respaldo de la ciudadanía. Y no solo eso, sino que al contrario de la mayoría de los movimientos estudiantiles de las universidades públicas, en que una minoría mantiene el paro, mientras la mayoría se declara en vacaciones y abandonan los campus, este movimiento logró mantener unido y activo a un alto porcentaje de los estudiantes que, convocados a través de las redes sociales, participaron activamente en las asambleas y marchas.

Realizaron diez marchas nacionales, casi todas multitudinarias, que se caracterizaron por la asombrosa creatividad, capacidad artística y por la alegría y pasión que a su causa le ponían jovencísimos estudiantes. En las marchas se veían comparsas carnavalescas, desfilaban grupos de danza y música, los estudiantes usaban creativas máscaras y gritaban y cantaban irreverentes consignas que reemplazaron las aburridas cantinelas propias de los años 70-80. Los desafortunados y minoritarios actos de violencia que se dieron, fueron condenados enfáticamente por la dirigencia del movimiento. Sin duda en este movimiento se vieron muchas características y elementos del ejercicio de nuevas ciudadanías.

Los coherentes discursos de los estudiantes: “con la convicción de que la educación es la herramienta fundamental para zanjar la abismal desigualdad social, moral e intelectual de la Nación, el Movimiento Estudiantil Colombiano, nutrido de sueños, vuelve a manifestarse por medio de procesos de organización, movilización y articulación a nivel nacional”. Estos jóvenes comprendieron lo que las élites políticas, que han dirigido este país, no han podido entender en doscientos años de república: que la educación es la más potente herramienta para superar una sociedad inequitativa y desigual. Ellos han entendido que una educación superior pública de calidad puede cambiar el país y sus propias vidas, y están dispuestos a luchar por conservar esa posibilidad y defenderla para futuras generaciones.

Los logros del movimiento estudiantil son incuestionables e importantes para el impulso de la educación pública superior. En total, 5.8 billones de pesos más para las universidades, cifra sin precedentes, a pesar de que no cubra el déficit histórico acumulado de las universidades públicas, que se calcula en 15 billones de pesos.

Pero, además de este importante logro, quiero rescatar en esta columna, enseñanzas de gran valor que nos deja el movimiento estudiantil. La primera de ellas, el grado de organización estudiantil y la capacidad de unir diferentes corrientes y movimientos. Los estudiantes, a pesar de sus diferencias ideológicas o políticas, lograron concertar un pliego de peticiones unificado y sacar adelante los puntos centrales del mismo. Vimos a los líderes estudiantiles de diversas organizaciones y tendencias (la Unión Nacional de Estudiantes de Educación Superior -UNEES, la Asociación Colombiana de Representantes Estudiantiles de la Educación Superior -ACREES y la Federación Nacional de Representantes Estudiantiles de Educación Superior -FENARES), trabajando codo a codo juntos y tejiendo en el debate y en el diálogo la unión que cuajó en una Mesa de diálogo intersectorial compuesta por Acrees, Unees, Fenares y sectores profesorales, con el propósito de conformar un Frente Amplio para la Defensa de Educación Pública Superior.

Los vimos enfrentar entrevistas en los medios, mesas de trabajo extenuantes, reuniones con el Ministerio de Educación, sin confrontaciones ni descalificaciones entre ellos. No excluyeron a los estudiantes de las universidades privadas, que aportaron significativamente en la discusión y negociación. Hicieron también un trabajo mancomunado con los representantes profesorales sin mezquindad ni celos, sino unidos para lograr resultados. Ocuparon con inteligencia y conocimientos el Senado y la Cámara, mostrando, con suficiencia, que conocían más de los problemas de la educación superior que los parlamentarios, e incluso que alguno que otro funcionario novato y despistado del Ministerio. Al tiempo, no dejaron que ningún partido o grupo político se apoderara de manera oportunista del movimiento estudiantil. Además, como punto para resaltar, fue notable la presencia femenina entre la dirigencia del movimiento.

No rechazaron el diálogo con el gobierno y su actitud fue propositiva, llevando fórmulas para solucionar la crisis y proponiendo fuentes de recursos para la educación superior. Cómo contrasta el movimiento estudiantil con el comportamiento de una clase política que quiere acostumbramos a señalar al que no piensa igual como enemigo y a protagonizar el deplorable espectáculo de insultos soeces y descalificaciones del otro en las redes sociales. Los estudiantes supieron convivir entre sí, con respeto, durante tensionantes y complejos momentos, al tiempo que construían puentes para mantener la unidad.

Sin duda, el movimiento estudiantil ha librado históricamente grandes luchas en el mundo y en el país. Bástenos con recordar el movimiento estudiantil de 1929

El actual movimiento estudiantil se ha convertido en un actor político clave en el país y, estoy segura, jugará un papel determinante no solo en defender la educación pública superior, sino en lograr que esta se convierta en un derecho constitucional para todos. Pero, además, estoy segura de que estará atento a la defensa de la vida y los derechos humanos en tiempos borrascosos, en que los vientos de guerra se quieren imponer sobre el anhelo de los colombianos por lograr la paz.

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