Lo que todos vemos… Sin mirar
Por Rubén Darío González Zapata Nacido en la vereda La Lindaja Corregimiento Alfonso López (San Gregorio) Ciudad Bolívar
Título: Una verdad oscura
Autor: Germán Castro Caycedo
Género: Periodismo de investigación
Editorial: Planeta, segunda edición
Acabamos de ver una película que le mueve a uno los cimientos más profundos de lo que nos ha dado la naturaleza y que pone en tela de juicio todo lo que se nos ha dicho acerca de una cosa a la que le dicen “dignidad humana”; a la que llaman progreso y su supuesta escala de valores con la que hemos sido educados. Algo que, definitivamente, pone en entredicho la tan cacareada racionalidad de este animal de dos patas, llamado ser humano. Es la película SONIDOS DE LIBERTAD, en inglés SOUND OF FREEDOM. Tal vez todos hayamos oído a través de los noticieros o a través de conversaciones de la vida diaria con nuestro vecino o vecina de al lado o con alguien con quien se entabla una conversación ocasional, sobre casos de abuso sexual infantil que, como sabemos, se da en todas partes: hogar, centros educativos e incluso dentro de la misma Iglesia Católica, y tal vez nos sintamos aterrados. Sin embargo, eso que oímos en las noticias, con todo y lo terrible que nos parece, es apenas un ínfimo “botón” de muestra de lo que es el horrible mundo de la trata de menores (de ambos sexos), a quienes, mediante tácticas de engaño o a la fuerza, se les secuestra para ser convertidos en esclavos con fines de explotación sexual para satisfacer una clientela de abusadores de todos los pelambres que están dispuestos a pagar lo que sea para satisfacer sus propios deseos. Un negocio que, según los datos que recoge la misma película, está incluso muy cerca, y hasta puede superar, al del narcotráfico, y que extiende sus tentáculos por todo el mundo.
La película podría ser cuestionable si se la mira como una más de las aventuras del estereotipo del héroe norteamericano que, con sus superpoderes, viene a una ciudad de un país atrasado plagado de bandas de depravados dispuestos a matar, que tienen como negocio secuestrar niños para explotarlos sexualmente y, luego de arrancarlos de sus garras atravesando peligros inenarrables, regresa de nuevo triunfante a su país. Yo sinceramente creo que ese no es el caso de esta cinta, sobre todo después de escuchar la narración que su director, el mexicano Eduardo Verástegui, hace de la forma como nació la idea de la película y las peripecias que tuvo que superar para poder finalmente llevarla a las salas de cine. Y es que, al margen del enfoque que se le quiera dar, de si detrás de este proyecto cinematográfico hay intereses comerciales o de otra naturaleza disfrazados, una cosa es cierta: esta película está llevando al público un mensaje profundamente perturbador y está poniendo sobre el tapete la realidad monstruosa de un bajo fondo en el que es el mismo futuro de la humanidad el que está en juego, con el agravante de que aquí no se salva prácticamente nadie; ni las sociedades de consumo (según la película, EE.UU. es el principal consumidora de pornografía infantil del mundo), ni los países del Tercer Mundo; bien sea alguien de las clases más encopetadas o un repugnante y degenerado delincuente; ni siquiera el amable señor o la elegante vendedora de ilusiones que le habla cariñosamente a una niña. Tal vez todos, como sociedad, tengamos algún grado de culpa, al menos por mirar para otro lado y continuar con nuestra vida como si no pasara nada.
El secuestro y explotación sexual de menores tal vez sea algo a lo que nosotros, como sociedad, no le hemos puesto la suficiente atención.
¿Pero, qué tiene qué ver el contenido de la película con el libro Una verdad oscura de Germán Castro Caycedo? La respuesta es que prácticas como el secuestro de niñas de 14, 12 o tal vez menos años son cosas que sí ocurren corrientemente en Colombia. En este libro, en el que Germán Castro C. hace una descripción muy a fondo sobre la forma como la Policía Nacional lucha contra la banda del Clan del Golfo, una espeluznante realidad aparece como una constante que se mantiene a lo largo de toda la obra: el secuestro y el abuso sexual de niñas. “Como siempre: campesinas, pobres, de poblaciones pequeñas como Arjona o de más allá: de Barrancabermeja. Casi todas bonitas. Naturales. Mejor dicho: tal como nacen, o sea sin bisturí. A esas niñas él (El Flaco, pariente cercano del capo Otoniel) las subasta: mil quinientos, dos mil dólares si son vírgenes… Los bandidos las tienen con ellos hasta cuando se cansan”. Se lee en uno de los apartes de este libro. Nota La prensa habla constantemente de la práctica del reclutamiento infantil y todos sabemos que esa es también una forma de secuestro de menores, muchos de los cuales seguramente terminan siendo usados sexualmente por toda clase de grupos delincuencias que actúan bajo la máscara de una ideología. No habríamos tenido necesidad de que un supuesto héroe gringo tuviera que haber venido a mostrarnos esta suciedad porque todos los colombianos la conocemos y no hemos hecho nada, por lo menos nada significativo, para erradicar esta desgracia que nos llena de vergüenza.
La película comentada en este escrito no hace más que confirmar una realidad sobre la que existen muchos documentos, incluido el libro de Germán Castro Caycedo, pero ante los cuales como sociedad no hemos reaccionado de la manera enérgica como deberíamos hacerlo. Además, la cinta no se ha quedado en el plano de denunciar una realidad brutal que nos está destrozando, sino que también propone un camino de acción del cual ésta no debería ser otra cosa más que el punto de partida de un movimiento mundial contra ese siniestro mercado. Como lo dice Verástegui, pensemos en que esos niños secuestrados y abusados son uno de nuestros hijos, uno de nuestros nietos, sobrinos o pequeños vecinos de nuestro pueblo o barrio. Verán como cambia nuestra visión de las cosas. Eso nos ayudará sin duda crear conciencia y a trabajar para no permitir más que esta lacra siga siendo una verdad en la sombra: Una verdad oscura.
Nota:
Castro C., Germán; Una verdad oscura, Pág. 183
Por Rubén Darío González Zapata Nacido en la vereda La Lindaja Corregimiento Alfonso López (San Gregorio)